Cuando Donald Trump estuvo en la presidencia empujó los Acuerdos de Abraham y se hablaba de éste como el “acuerdo del siglo”. Ante los grandes cambios en la política global que solo se aceleraron con la guerra en Ucrania, Estado Unidos sigue apostando por afianzar su influencia en el Medio Oriente mediante Israel y, para ello, requiere que los países árabes de la región normalicen relaciones con el gobierno sionista de Netanyahu –en su sexto periodo en el poder— quien ha puesto en riesgo la supuesta democracia de su país.
Como se ha mencionado en otros artículos, la normalización de relaciones entre Israel y países árabes significa darle la espalda a los palestinos, algo que para Biden no es un asunto relevante pese a que organizaciones internacionales hayan entregado informes oficiales donde se detalla la política de apartheid de Israel. Si bien el presidente estadounidense continuamente señala su supuesta preocupación por el avance de la ocupación, las acciones contundentes y sanciones no existen y, por el contrario, se sigue financiando con impuestos estadounidenses la violencia contra los palestinos.
Ahora bien, Arabia Saudita se encuentra ante una propuesta interesante pues Biden ofrece garantías de seguridad similares a las de la OTAN y desarrollar un programa civil de energía nuclear (lo que recuerda al programa “Átomos por la Paz” en Irán) a cambio de firmar la normalización con Israel.
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La sociedad saudí ha sido clara al expresar su inconformidad frente a la idea de la normalización, lo que se refleja en lo que el ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudita expresó en junio durante una reunión; pues, de aceptarse una normalización, ésta tendría efectos limitados si no se busca una solución de dos estados en la que se haga justicia y se respete la dignidad de los palestinos.
Por otra parte, también hay que recordar que las relaciones entre Biden y Netanyahu se enfriaron tras las reformas propuestas por Israel que buscan quitar poder al sistema judicial, lo que ha sumido al país en protestas masivas desde hace meses (por supuesto los árabes israelíes han quedado al margen, pues la democracia nunca ha sido extensiva a ellos). Además, el gobierno de ultra derecha israelí ha acelerado la expansión de asentamientos sobre tierras palestinas, ha aumentado sus incursiones en distintas partes de Cisjordania y la letalidad de éstas.
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Algunos analistas creen que el hecho de que el gobierno de Biden esté empujando la normalización en este momento tiene que ver con una campaña política con miras a las elecciones de 2024.
Sin embargo, hay algunos puntos sobre los que valdría la pena hacer un análisis más detallado y que se resumen en lo siguiente: un acuerdo de seguridad del tamaño del de la OTAN para un país árabe musulmán que recientemente restableció relaciones con Irán, parece un precio demasiado alto para la normalización. Por lo que ha de indagarse más sobre los alcances de la propuesta de Washington a Riad.
En una nota publicada por la Casa Blanca tras la llamada entre Biden y Netanyahu a mediados de julio, Biden dijo que “los valores democráticos compartidos siempre han sido y deben seguir siendo un sello distintivo en la relación entre EE. UU. e Israel”. Sin embargo, esta idea romántica es cada vez menos creíble cuando en Israel prevalece un sistema de apartheid comprobado y documentado internacionalmente y, su primer ministro, Benjamín Netanyahu, lleva seis periodos en el poder y está impulsando reformas al sistema judicial en el gobierno de ultra derecha que encabeza.
Jeziret Gallardo
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