Quejarse constantemente puede tener efectos negativos en la salud mental, según los expertos en psicología y neurociencia. Si bien es natural expresar malestar ocasionalmente, cuando se convierte en un hábito frecuente, puede contribuir al deterioro de nuestra salud mental y bienestar general.
Las quejas repetitivas no solo afectan a la persona que las emite, sino también a quienes la rodean, creando un ambiente emocionalmente cargado y, en muchos casos, tóxico.
El ciclo de las quejas y el cerebro
Los estudios han revelado que quejarse con regularidad puede alterar el cerebro. La neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro para formar nuevas conexiones neuronales, significa que cuanto más se realiza una acción o pensamiento, más se refuerza.
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En el caso de la queja crónica, el cerebro se acostumbra a adoptar este comportamiento como un mecanismo de respuesta predeterminado ante situaciones adversas.
El neurocientífico Rick Hanson explica que el cerebro tiende a "aferrarse" más fácilmente a las experiencias negativas que a las positivas, un fenómeno conocido como "sesgo de negatividad".
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Esta tendencia, sumada a la repetición de quejas, fortalece los patrones negativos de pensamiento. Las personas que se quejan habitualmente pueden llegar a percibir las situaciones cotidianas con un enfoque pesimista, lo que contribuye a la ansiedad, el estrés y la depresión.
Impacto en la salud física
Quejarse constantemente no solo afecta la salud mental, sino también la física. El estrés crónico, que suele ir de la mano con la queja continua, está relacionado con problemas como hipertensión, debilitamiento del sistema inmunológico e incluso enfermedades cardíacas. El cuerpo reacciona ante el estrés emocional de manera similar a como lo haría frente a una amenaza física, liberando hormonas como el cortisol, lo que puede tener efectos perjudiciales a largo plazo.
El psicólogo clínico Seth Gillihan señala que las personas que se quejan con frecuencia también pueden estar alimentando un ciclo de estrés que, con el tiempo, mina su capacidad para enfrentarse a los desafíos de la vida diaria. Este ciclo puede volverse aún más destructivo cuando el malestar se comparte con amigos o compañeros, lo que puede llevar a quejarse en grupo, amplificando el efecto negativo.
Rompiendo el hábito
Los expertos coinciden en que es fundamental encontrar formas de romper el ciclo de las quejas para proteger la salud mental. Practicar la gratitud es una de las herramientas más efectivas para contrarrestar la negatividad. Hacer un esfuerzo consciente para enfocarse en aspectos positivos de la vida puede transformar la perspectiva y, con el tiempo, reentrenar al cerebro para que preste más atención a lo positivo que a lo negativo.
La meditación y la terapia cognitivo-conductual también son métodos eficaces para combatir la tendencia a quejarse. Ambas prácticas ayudan a identificar y modificar patrones de pensamiento negativos. La clave es fomentar la autoconsciencia y desarrollar estrategias para manejar las emociones de manera saludable.
El poder de una actitud positiva
Mantener una actitud positiva no significa ignorar los problemas o fingir que todo está bien, sino encontrar maneras constructivas de abordar las dificultades sin recurrir a la queja constante. Cultivar un entorno de apoyo, rodearse de personas que promuevan un pensamiento saludable y aprender a manejar el estrés de manera proactiva son pasos esenciales para cuidar la salud mental y evitar los efectos dañinos de las quejas.
En conclusión, si bien quejarse puede ofrecer un desahogo momentáneo, hacerlo de manera habitual puede tener un impacto considerable en la salud mental y física. Los expertos recomiendan cultivar prácticas que favorezcan la resiliencia y el optimismo como vías para mejorar el bienestar emocional y evitar el ciclo destructivo de la negatividad.