OPINIÓN SERGIO ALMAZÁN

El primer temblor

Los sismos no son predecibles, ni preventivos; aunque en la actualidad la tecnología puede jugar a nuestro favor.

Alerta sísmica digital que sonó en los equipos celulares.
Alerta sísmica digital que sonó en los equipos celulares.Créditos: Cuartoscuro
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Ayer y hoy se cumplen 40 años de los sismos que cambiaron la vida urbana, de la sociedad civil y a la propia ciudad de México.

Ya no se pudo ser igual ni en lo privado ni en el espacio público, se fue la metrópolis como la conocíamos, sus edificios, su trazo, su gente y sus fisuras. También es cierto que en cada temblor parece ser el primero, sus estragos borran la grieta del anterior, las huellas pasadas, para convertirse en el primero, en el vigente. Basta pensar en el 2017, tras el simulacro vino el nuevo, llegó con su fuerza y sus consecuencias para escribirse como el nuevo temblor que está ahí en la memoria, en las crónicas y relatos de las personas que lo padecimos.

Las nuevas tragedias se empeñan en llevarse con sus ruinas la memoria, la historia pasada para dejarnos en el cuerpo entero o fragmentado una reciente, sin mediar con el recuerdo ni seleccionar olvidos. Así la ciudad de México, en 1985, aquella mañana del 19 de septiembre con las tragedias en el centro, en Tlatelolco, en las colonias Roma y Condesa borró a sus habitantes el sismo de 1957 con sus restos del ángel alado del monumento conmemorativo a la Independencia. No se podía comparar lo casi tres décadas atrás había caudado el sismo de julio con el de septiembre, que convirtió zonas de la ciudad en escombros, en dolor, en búsquedas y espontáneos rescatistas, morgues improvisadas, días a oscuras, sin comunicación y sin respuesta contundente del Estado.

Por espacio de 32 años quedó marcada la ciudad de México de su tragedia reflejada en los predios vacíos, en la escultura-memorial de Juan Soriano en la Plaza Solidaridad donde estuvo el afamado e icónico Hotel Regis, con su impactante final entre escombros y huéspedes sepultados entre las gruesas y pesadas lozas. Bastó la misma fecha marcada en el calendario 19 de septiembre, pero del 2017 para hacernos de un nuevo relato, un nuevo sismo y destino de tragedia, una nueva respuesta solidaria de los mexicanos. 

Y así con las nuevas crónicas, cifras de muertos, de derrumbes, de apoyo y acciones de la ciudadanía se escribió la nueva memoria con sus narrativas personales o colectivas del sismo que nos viene a poner a prueba, a prepararnos y responsabilizarnos como sociedad sobre la cultura de protección civil.

Cada persona tiene su sismo, su historia y tragedia vinculada con lo sucedido hace, 40 y 8 años cuando sonó la alerta sísmica, después del simulacro y advertía un nuevo capítulo telúrico de la ciudad de México. A cada suceso le corresponde su relato, su pasaje en la historia y la memoria colectiva, aunque son únicos, la conciencia, experiencia o formas de enfrentarlos deberán ser el resultado de las circunstancias pasadas.

De forma institucional existen organismos encargados de la protección civil, la educación cívica, social y colectiva para responder responsablemente ante desastres, siniestros y tragedias. No son predecibles, pero muchos pueden ser preventivos; en la actualidad la tecnología puede jugar a nuestro favor, como el ejercicio que en este simulacro hemos experimentado, una alerta sísmica digital que sonó en los equipos celulares, con mensajes de texto puede ser la diferencia ante un siniestro. Actuar con compromiso, con responsabilidad y con memoria es parte de esta cultura de una sociedad que se enfrenta a los fenómenos naturales con más conocimiento. Aunque cada temblor sea el primero.

Abramos la discusión: @salmazan71