Nos estamos acostumbrando a ponerle otros nombres a la realidad y esta semana sirvió como ejemplo doble para ello.
Primero, con el descarrilamiento del Tren Maya el 19 de agosto. Según las autoridades, el tren 304 que se trasladaba de Cancún a Mérida sufrió un “percance de vía” al acceder a los andenes de la estación a baja velocidad.
Sí, un “percance de vía” para que se escuche menos feo lo que el video e infinidad de imágenes en internet mostraban: el tren descarrilado.
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Peor aún: los más acérrimos defensores de la Cuarta Transformación publicaron inmediatamente comparativos de descarrilamientos en otras partes del mundo, como para justificar que hay que estar satisfechos con todo lo que salga mal.
Ese mismo 19, se dio a conocer que un día antes, el 18, piratas abordaron la plataforma Akal-R de Pemex en Campeche y se robaron alrededor de 50 equipos de respiración autónoma.
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Pero Pemex prefirió describir el episodio como el “abordaje de personal ajeno a la plataforma”; porque “piratas que asaltaron la plataforma” sonaba más feo.
Y como estos ejemplos, hemos tenido varios a todos niveles.
¿Cómo olvidar el tuit de @OVIALCDMX cuando catalogaron como “espejo de agua” a una acumulación líquida que era más parecida a una inundación?
Para algunos, parecerá una nimiedad esta constante de estarle llamando de formas menos escandalosas a lo que a todas luces, es desastroso; pero para otros, que nos hemos dado a la tarea de revisar qué tan malo es el impacto de ello, no es algo menor.
Y sucede tanto en la vida real, como en la ficción; peor aún cuando la ficción, nos empieza a alcanzar.
En “1984”, George Orwell introdujo el concepto de “neolengua”, la cual era utilizada por el régimen totalitario para eliminar palabras y conceptos con el fin de, por un lado, controlar el pensamiento; y por otro, ocultar verdades incómodas.
En esa obra vemos, por ejemplo, que existe un Ministerio de la Paz, el cual se ocupa de la guerra.
Cuando salimos de la ficción para volver a la realidad, nos encontramos con el incesante uso de la palabra “Bienestar” para cada una de las acciones del gobierno que hacen de todo, menos garantizar precisamente el bienestar de la población en materia de salud, seguridad o economía.
“¿No ves que el objetivo de la neolengua es reducir el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente?”.
Hay que revisar cada fraseo que el régimen da a cada hecho, porque le llaman “Cuarta Transformación” a lo que en “vieja lengua” llamarían “una catástrofe”.
