La ciudad para y de las mujeres

Las urbes son la expresión física de las sociedades e históricamente, han sido los escenarios de los hombres. Este sábado 8 de marzo, las mujeres toman las calles, ellas en grupo, en familias, en colectivos, en sororidad con su género, sus pares, sus iguales, avanzan por las avenidas, los senderos, las calzadas y las plazas alzando la voz, denunciando, reclamando, exigiendo justicia, equidad; desafiando al patriarcado, nombrando a aquellas que han sido violentadas, asesinadas, desaparecidas y silenciadas.

Sigo escuchando a muchos hombres decir del 8M: no estar de acuerdo, censurar y rechazar las movilizaciones de las mujeres en el espacio público; negando el acceso al derecho a la ciudad y la libertad de manifestación y reunión femenina y feminista. Nuestras ciudades, en el país, siguen siendo un diseño urbano macho alfa, se consideran los sitios públicos de los hombres y la casa para las mujeres. Estas diferencias se viven, en tanto que son ellas quienes hacen no sólo las labores domésticas, sino que su actividad económica -en muchos sectores de la población– son desde la casa y el vecindario. Quizá eso explique que su presencia en la gran urbe resulte sorpresiva para muchos de ellos, pero eso no significa que renuncien a su presencia en la calle, como tampoco a seguir diseñando urbes sin perspectiva de género.

Las ciudades, ¿Son justas, equitativas, seguras y orgánicas para todas las personas y géneros? La respuesta es no, aun cuando se han realizado esfuerzos, proyectos, planes y programas urbanos por hacer más accesibles e incluyentes las calles y los espacios públicos, aún existen enormes brechas de desigualdad e inseguridad en paridad de género. Los análisis recientes de los asentamientos urbanos por parte de organizaciones y programas internacionales con visión feminista coinciden en que las metrópolis y sus diseños perpetúan desigualdades estructurales y se basan en un ciudadano (hombre) estandarizado y complaciente con el capitalismo. Es decir, la calle es para los hombres y el consumo.

El urbanismo feminista que han trabajo desde hace más de medio siglo muchas mujeres especialistas en diversas disciplinas no sólo arquitectura, medio ambiente, planeación de políticas públicas metropolitanas, sino identidades, seguridad, economía y cultura coinciden en un punto: la vida de las personas debe de ser el centro de la planeación de las ciudades. Resulta obvio ese concepto, pero fijemos nuestra mirada alrededor de la calle, en los espacios públicos, en las aceras, las avenidas, lo social de la urbe, es el consumo, la economía, el comercio el centro, no las personas.

¿Quiénes somos y quienes son las que ocupan, habitan, transitan, viven las calles? Determina en gran medida nuestra manera de reinterpretar la ciudad. No es lo mismo un hombre o una mujer, una persona de la diversidad sexual y de género, una personas con alguna limitación físico-motora o un infante, migrante o en situación de calle , un adulto mayor o un adolescente. Estas diferencias diversifican y contribuyen a proyectar con mayor complejidad la manera de entender los espacios urbanos desde una mirada interdisciplinaria con otros conocimientos en torno a la salud, la ecología, la economía, la educación, la seguridad, movilidad y equidad.

Uno de los primeros ejercicios de urbanismo feminista, debe de ser la garantía de servicios sanitarios este sábado en la manifestación del 8M, contemos cuántos baños portátiles se instalan en el trayecto de la ruta por donde pasarán los colectivos de las mujeres, que tan limpios y seguros son para ella. Porque al cambiar la ciudad se transforma todo.

***Abramos la discusión: @salmazan71