Dos sucesos sobre el mismo tema han motivado la columna de este sábado la transexualidad y la transfobia –y su consecuencia los transfeminicidios que en México agudizan el odio y la violencia con que se comenten–. El primero de estos conceptos deriva del reciente fracaso legal en el Congreso Local de Jalisco que evidenció el músculo y la línea del gobernador Pablo Lemus Navarro ante sus diputados naranjas quienes en bloque votaron en contra de la llamada Ley de Infancias Trans que debía ser un mero trámite que buscara cumplir la resolución que la Suprema Corte de Justicia de la Nación exigía a los estados a garantizar el derecho a los menores de acceder y gozar de la identidad con la que se autoperciben, a través del cambio legal de la identidad que les fue asignada al nacer en relación con la determinación genital-clínica al sexo y no al género.
Dicha ley en Jalisco fue rechazada con 21 votos en contra, 13 a favor y una abstención, siendo el bloque que encabeza el partido del estado Movimiento Ciudadano, junto con el PAN, PRI y el Partido Verde quienes en bloque y por sugerencia de su gobernador se negaron a aceptar lo que la SCJN ya resolvió como legal: una reforma a ley del Registro Civil del Estado de Jalisco para permitir a menores de edad el cambio de género en sus acta de nacimiento y demás papeles oficiales, a partir de la autopercepción. Lo que podría haber sido una clara diferencia de los estilos de gobierno entre el exgobernador Enrique Alfaro y el actual, Pablo Lemus, se refrendó la transfobia que impera en la sociedad mexicana más allá de ideologías y colores partidistas, es un arraigado y complejo patriarcado que se traduce en violencia sistémica que deriva en solapar, su consecuencia límite: los crímenes de odio para la comunidad trans.
Aun cuando la prensa local como nacional abordó el tema de esta decisión parlamentaria haciendo énfasis en la crisis política del partido de la presidenta de México en Jalisco y el control que Lemus ejerce en su estado, lo verdaderamente importante es que nuevamente un puñado de personas con más o menos criterios, prejuicios, ignorancia y sistemas ético-morales deciden sobre el cuerpo, sus conceptos, percepciones, autodeterminación de los demás. El poder sobre las identidades, sobre el derecho humano fundamental: a la libertad.
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Es por ello, que el otro eje temático derivado de esta decisión legal y política del sistema que rige todavía sobre el cuerpo, el género y la sexualidad de las personas bajo criterios más morales que de Derechos Humanos, es la reciente publicación de los periodistas Emma Landeros Martínez y Joel Aguirre. “Transfeminicidio” Una investigación desde la entraña de uno de los crímenes de odio más infames de México, nos permite conocer con los testimonios periodísticos las difíciles y límites condiciones de vida que viven y a veces que provocan su muerte las mujeres trans en nuestro país, justamente por las conformaciones institucionales, legales, civiles, culturales que las marginan, violentan, rechazan y matan con saña y un sofisticado y cruel odio convirtiéndolas en las muertes más aterradores e impunes en la actualidad nacional.
En las páginas de este libro no solo encontramos historias de vida, sino de muerte, de transfeminicidios y la violencia con que las mujeres trans sufren en manos de sus victimarios desde hombres civiles como policías, ministerios públicos y autoridades que pueden ejercer trata de personas en sistemas penitenciarios de nuestro país, solapados, tolerados e impunes por las cúpulas institucionales y de los Estados.
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Legislar, promover leyes en favor de sociedades incluyentes, familias más participativas e informadas, sistemas educativos y legislativos en torno al reconocimiento de infancias trans permitirán que las vidas –la mayoría cortas y en condiciones de enorme desigualdad– sean más justas, de mayor desarrollo personal, profesional y laboral, al tiempo que la violencia no deba ser la manera de supervivencia.
Nos falta mucho por avanzar en materia de Derechos Humanos para las sociedades en general y los grupos vulnerables en particular, porque los derechos no se negocian, se otorgan y se viven en plenitud de igualdad. ¿Será posible un México sin impunidad, sin odio y con respeto?
Abramos la discusión: @salmazan71