Hace más de cuatro décadas que la humanidad convive con un virus que está rodeado de muchos estigmas, homofobia, doble moral y juicios antiderechos porque uno de los medios de transmisión son los fluidos en los encuentros sexuales. A pesar de todo este tiempo que la ciencia ha demostrado avances en los tratamientos, desmitificado grupos y algunas prácticas que se presuponían de riesgo, el VIH y el SIDA siguen siendo padecimientos envueltos de desinformación y rechazo. A estas conductas de odio, de violencia y desinformación se le conoce como serofobia.
La discriminación puede incrementar el miedo y la ignorancia sobre las formas de transmisión y el riesgo a ser portador o portadora del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) es mayor. La serofobia puede ponernos en riesgo, y por consecuencia, no tener acceso oportuno a un diagnóstico y tratamiento, siendo parte de la población seropositiva que en México acumula cerca de 380 mil casos de VIH y/o SIDA.
La serofobia es un problema muy profundo y grave que atenta contra la dignidad de las personas, que vulnera sus derechos y limita el crecimiento en igualdad de oportunidades; basta reflexionar sobre los datos que arrojó la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS, 2022): 30% de la población considera que representa un riesgo convivir con una persona con VIH; 5 de cada 7 personas rechazan la idea de tener como huéspedes o empleados a una persona seropositiva; 47% de las y los mexicanos no aceptarían que algún miembro de su familia se casara con alguien que vive con VIH o SIDA; 15% se negarían a darle trabajo; 35% no compartiría cubiertos o vasos con y cerca del 42% no contratarían de empleados en esta condición.
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Estos resultados demuestras que hay mucho trabajo por hacer en materia de educación a la salud sexual y reproductiva, al VIH y SIDA: formas de transmisión y medios de prevención, información clara, oportuna y científica para toda la población sobre el constructo de este virus; el proceso de cambio del comportamiento viral que los estudios médicos especializados han demostrado para romper paradigmas sobre la sexualidad y las expresiones del deseo, el cuerpo, y sus medios que evitan la expansión, como ocurre hoy con el tratamiento de antirretrovirales que puede convertir a una persona indetectable por consiguiente romper la cadena de transmisión. Uno de los grandes avances en medicamentos que hasta hace una década era difícil que pensar llegar a este paso.
Por nuestra parte, es un compromiso ético, de salud y educación sexual, en Derechos Humanos informarnos sin pasiones ni prejuicios; romper los estigmas que entorpecen mitigar uno de los más grandes propósitos de salud pública en el mundo entero que es la erradicación del VIH en el planeta en los próximos años. Para ello necesitamos destruir el peor de los virus: la serofobia que nos hace aferrarnos a vieja y falsas creencias de las maneras de contraerlo y la revictimización a las personas que viven con esta condición viral, así como romper el prejuicio de que se trata de una enfermedad y castigo a la población LGBTIQ+ con lo que limita o hace creer que excluye o son invulnerables quienes están fuera de alguna identidad sexo-genérica diversa a la heterosexual.
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Están pendientes varios temas legales, institucionales y sociales que rompan la cadena de serofobia que persiste en la sociedad mexicana como un discurso de odio, estigma y rechazo. Y esa conducta es la que limita cambiar las cifras de las personas seropositivas. El virus más violento para el caso de la salud pública en VIH y SIDA es el virus de la serofobia. Comencemos por informarnos antes de discriminar.
Abramos la discusión: @salmazan71
