En México como en algunos países de América latina, ya no se celebra el Día de la Raza, tras el decreto que en 2020 promovió el gobierno de López Obrador para sustituirlo después que en 1917 Venustiano Carranza había marcado en el calendario oficial de fechas conmemorativas el 12 de octubre en reconocimiento histórico de la llegada de Cristóbal Colón a lo que el viajero llamo las indias americanas. Y desde hace 5 años esta fecha es llamada como Día de la Nación Pluricultural, con lo que se busca visibilizar las deudas pendientes y sus riquezas de los pueblos indígenas y afromexicanos.
No se trata solamente de un cambio de nombre a una conmemoración en el calendario oficial de México, ya que cada acto cívico es también ideológico, por lo que hablar de la Nación Pluricultural es poner en el centro de la discusión, de las políticas públicas e incluso, de las discusiones académicas, de Derechos Humanos y sociales sobre lo que han sido los grupos ejes del partido al que encabezan los dos recientes gobiernos en nuestro país: los indígenas y los pobres. Porque a pesar que se asocie siempre la pobreza con una condición de minorías étnicas o el color de piel con estatus son rubros no necesariamente consecuentes.
Con el reconocimiento en 2024 que se realizó en la Constitución de los pueblos indígenas y afromexicanos como sujetos de derecho público, se plantea en consecuencia, la deuda pendiente sobre la inclusión en la vida cotidiana y pública sin reservas, sin limitaciones, sin discriminación a los más de 39 millones de mexicanos que se autodefinen como indígenas y cerca de los 3.1 millones como afromexicanos donde históricamente se les ha limitado el uso de lengua en los espacios públicos e institucionales, se les ha violentado sus Derechos Humanos por su condición social, cultural, económica y lingüística, en consecuencia la pobreza se asocia a la identidad de origen, siendo estas condicionantes las que han justificado todas las formas de expresiones discriminatorias sistémicas que se traducen en estrategias y conductas racistas, clasistas, machistas, homofóbicas y de xenoglosfobia.
Te podría interesar
Entre las pobrezas que enfrentamos en México, está la más profunda, dolorosa, silenciosa e invisibilizada por sistémica, el racismo que en muchas ocasiones se confunde con clasismo. La negritud es prácticamente invisibilizada en la esfera de las discusiones de políticas públicas, de inclusión social. Basta recordar que hasta hace un par de años, la sociedad afromexicana no era sujeto para ser contados en los censos del INEGI, ni ser considerada en los libros de texto oficial y cuando se nombra se les decía esclavos.
Al hablar del 12 de octubre, del Día de la Raza o al referirse a la conquista en América se habla de europeos, de resistencia de indígenas, de mestizaje, pero en los barcos, como en las ciudades que se conformaron también estuvieron las poblaciones africanas que al llegar como esclavos; se les invisibilizó en la narrativa de historias sociales y se les excluyó de la carta de Derechos y obligaciones de las personas. Esta condición del color de piel definió durante varios siglos –y en muchas ocasiones hasta la actualidad– el lugar que ocupamos las personas por nuestro aspecto, por nuestra pigmentación, por nuestra lengua o vestimenta. Volviéndonos sujetos de derechos o de discriminaciones que el Estado, las prácticas sociales y culturales han preservado y fomentado.
Te podría interesar
“El gran miedo”, que fue como la población blanca llamó a la sublevación afrohaitiana en el siglo XIX y que se extendió por Centroamérica es el síndrome que dos siglos más tarde persiste, por parte de grupos sociales que consideran ilegítimo que los indígenas, negros o pobres sean llamados sujetos de derechos. Es el gran miedo de romper el techo de cristal de los privilegios que justifica sus formas de sometimiento, violencia y discriminación. ¡Es tiempo de ya no tener miedo!
Abramos la discusión: @salmazan71
