Bajo un concepto renacentista, los gobernantes europeos en el siglo XV entendieron el papel político de la calle como el escenario del orden social de las ciudades; es decir, es el sitio del bien común abierto y manifiesto que interactúa con la política y la cultura, donde la plaza pública es el espacio de encuentro. Es así como la democracia y el poder definieron su simpatía con la ciudadanía en la calle.
En México, tras los siglos de virreinato, la calle representó un escenario para crear el público urbano, las audiencias de la metrópolis, medir las tensiones políticas entre las autoridades fueran religiosas o de gobierno, los vínculos entre los habitantes t la calle como escenario democrático. Los tianguis, los mercados y el parián significaron por mucho tiempo, la configuración de los cambios y resistencias, de las luchas y las demandas sociales. La calle ha sido por antonomasia el sitio de la ciudadanía, el derecho de pertenencia y escenario donde convergen los destinos culturales de una nación.
Las cosas memoriosas de la sociedad civil han ocurrido en las calles del país, de la ciudad y las metrópolis: la resistencia y caída de Tenochtitlan y el comercio con sus mercados, la devoción religiosa con sus peregrinaciones; la demanda de alimentos en aquel siglo XVII y los muchos efectos naturales que ha vivido la ciudad de México: inundaciones, pestes, sequías, hambrunas, sismos, revoluciones, mítines, festejos, conmemoraciones… tienen como escenario el espacio público. Pensar el papel público que tiene la calle hoy día es considerar el vínculo con la sociedad civil organizada, la construcción política de relaciones democráticas, las manifestaciones de las diversidades culturales y en el fondo –ojalá fueran de menor escala–las expresiones clasistas y excluyentes de intolerancia a quienes consideran suya la calle y no de otros grupos.
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El evento masivo para celebrar la llegada del nuevo año sobre Paseo de la Reforma, teniendo como evento un baile público del grupo sonidero legendario Polymarchs provocó reacciones discriminatorias en las redes sociales por personas que desconocen la cultura popular y consideran el espacio público como una propiedad privada donde los “elegidos” deben dictar las reglas de lo masivo, lo social y las manifestaciones sociales democráticas. ¿Qué es lo que hay detrás de los comentarios y la molestia por el evento? No es que se trate del parentesco entre el fundador del grupo y una funcionaria cercana a la presienta Claudia Sheinbaum, los argumentos de aquellos grupos de resistencia a la democracia del espacio público, quienes desean cual espada de Damocles definir lo que debe y no habitar la calle.
La esencia de la sociedad civil organizada que nació con el sismo de 1985 es la democracia y la defensa del espacio público como sitio de encuentro, de diversidades, de expresiones de todas las formas de hacer cultura, política, civismo y equidad en Derechos Humanos. No se nos olvide que la alternancia ideológica de la década de los noventa surgió en la calle y con los ciudadanos exigiendo democracia, construyendo sociedad y equidad. Hoy día queda fuera de lugar cualquier cuestionamiento de las expresiones colectivas en el espacio público de la ciudadanía, nos ha constado muchas batallas y resistencia el derecho democrático de la calle y no es propiedad privada de un grupo político, de una sola manera de entender la cultura, lo público y lo ideológico.
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Sigamos haciendo nuestra la calle, es una conquista democrática de la sociedad civil.
Abramos la discusión: @salmazan71