OPINIÓN SERGIO ALMAZÁN

La retórica de la frivolidad

Con la llegada de Trump al poder en EU, este ha prometido cumplir sus promesas de campaña exponiendo una forma de gobierno y una ideología.

¿Cómo se ve la frivolidad?
¿Cómo se ve la frivolidad? Créditos: EFE
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Ante la inminente llegada del republicano Donald Trump a la Casa Blanca en enero del 2025 –para un segundo periodo como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica–, ya comienza a lanzar una serie de retóricas amenazantes en los rubros económicos, comerciales y migratorios que fueron parte de sus temas de campaña –y quizá por éstas, logró el abrumador triunfo en las urnas frente a su contrincante la demócrata  Kamala Harris– con un electorado que espera sus dardos certeros que tienen como promesa económica gravar con fuerza mayor los impuestos a sus socios comerciales: Canadá y México y su enemigo económico China; con esa misma ferocidad frívola señala las deportaciones masivas de migrantes a los que acusa de “criminales que envenenan la sangre de Estados Unidos”; y  las fuerzas militares en sus fronteras para evitar que crucen y atrapar narcotraficantes… Estamos frente a lo que David Bak Geler ha llamado la gramática de la frivolidad.

Este concepto que López Obrador popularizó en el 2012 cuando se refería a la forma de ser y gobernar de Peña Nieto y su esposa a los que llamó los frívolos neoliberales para definir una política de privilegios de las élites basada en la corrupción, la injusticia social y el despilfarro en la imagen del gobernante, derivando en el uso del término que es más de orden moral (la vanidad, la codicia serían sus aliados y corresponden a los llamados pecados capitales) que ideológico o concepto lícito, ya que no habría una ley o un delito judicial por ser frívolo. Es decir, se acuña el término en la política porque parece que existe un vacío gramatical para nombrar esa forma corrosiva de la desigualdad y la corrupción. A carencia de un término que explique o defina las formas de abuso de poder, de efecto corrosivo de la desigualdad, la injusticia y el enriquecimiento ilícito, un político de la talla de Obrador, deliberadamente usa un término que lo eleva a un concepto ideológico.

Por ello, cuando Trump promete cumplir sus promesas de campaña no sólo está exponiendo una forma de gobierno sino una ideología que define a su electorado, su política y su cultura (basta ver los perfiles educativos, económicos y culturales de sus electores), al hacer uso de su poder persuasivo con esta retórica que cambian de órbita y contexto para situarse en el centro del discurso y marcar los extremos: “los republicanos que amamos al país, a la vida y el bienestar. Contrario a los demócratas, queremos lo tradicional y elevar nuestra economía y para ellos los inmigrantes son la amenaza”. Con esa delirante gramática de la frivolidad, abre las brechas entre los ciudadanos y rompe la posibilidad del diálogo.

Este desplazamiento de los conceptos que los líderes políticos han utilizado como “valor de distinción”, donde la nueva ideología o finalidad de la retórica del poder es crear nuevas metáforas que alimenten la distancia, la diferencia y las oposiciones, promueven en consecuencia, las oposiciones necesariamente muy ruidosas o estridentes para construir diálogo o escucha. Es decir, el nuevo orden de la comunicación política es la disonancia, los monólogos y las pugnas entre facciones, grupos y opiniones donde se establece la vida pública. Teniendo como protagonista la palabra: frivolidad y con ella se describe, se ejemplifica, se crea, se destruye, se legitima o trivializa sobre formas de pensar, ser y actuar en el campo político. Es la gramática disonante, agitado y perverso de la ideología contemporánea del pluralismo sordo, ciego y de soliloquio. Y como afirmaría Tocqueville, la democracia es un asunto ruidoso que descansa en un solo objetivo: la política identitaria. Esto es una de las intenciones de la frivolidad, la base y consecuencia de la ideología contemporánea del poder político.

Abramos la discusión: @salmazan71