La llegada de Donald Trump a dirigir las riendas –y destruir otros caminos– desde su posición del poderoso dirigente de Estados Unidos y líder comercial-empresarial en tiempos de crisis global del neoliberalismo, lo convierte en el personaje más polémico y cínico del primer cuarto del siglo XXI.
Se trata de la personificación ultraderechista del supremacismo racializado, del capitalismo devorador y deshumanizado, del violentador de los derechos humanos y del medio ambiente. Es el líder de la violencia a todos los principios básicos de la dignidad humana.
El día de ayer al conmemorarse el Día de la Cultura Africana y los Afrodescendientes adoptada por la UNESCO desde el 2019, se advierte la crisis que viven las personas, las comunidades migrantes y los pueblos que se identifican y definen como afrolatinxs y afrodescendientes en Estados Unidos, en América y en nuestro país en el contexto del discurso y la política de Trump que es promover los discursos de odio, racializando las conductas y desconociendo las disidencias sexuales, así como las identidades y diversidades lingüísticas e ideológicas.
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Ante la promoción de líderes, grupos políticos y empresarios de discursos antivalores, retrógrados de Derechos Humanos mínimos para la protección de la vida y la dignidad de las personas la afrorreparación en términos sociales, educativos, culturales, políticos e históricos se advierten en un abismo de reducir la brecha enorme de las desigualdades que parecen no haberse superado en nuestro continente desde su arribo en tiempos virreinales, es decir, desde hace cinco siglos.
En este sentido, pensar en el peso del olvido en que las políticas públicas sobre la protección a la vida, sus derechos y libertades cruzada por una condición de fenotipos, de discriminación por color de piel, es decir por una promoción de identidades aquellos grupos sociales que no fueran blancas.
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Hay que aceptarlo, hemos crecido con la cromática en nuestro lenguaje y con el clasismo como hermano del binomio color/pobreza; en consecuencia, la afrorreparación es un complejo discurso normalizado interconectado por la indiferencia, la discriminación y la invisibilidad.
Frente a la masiva migración que el mundo entero está viviendo y se acelera en el presente siglo, la reflexión se encamina a las expresiones discriminatorias por su condición de desplazados, y se va agudizando conforme se suman condiciones de desventaja frente al supremacía blanca: afrolatinxs, pobres, de la diversidad sexo- genérica y no hablantes del español o el inglés.
En México, no escapamos de los actos de rechazo, discriminación y xenofobia. Y es ahí donde comienza el trabajo personal, colectivo e institucional sobre nuestras propias expresiones que limitan la afrorreparación histórica que llegó con la conquista española y adoptamos, refinamos y encrudecimos con nuestras propias expresiones sistémicas que consideramos justo, correcto, normalizado la violencia por color, por condición social o intelectual de los pueblos, sociedades y migrantes afrolatinas.
Lo que nos llevan acciones como las que estamos viviendo con los desplazados, expulsados, perseguidos, violentados… (sic) Ante esta condición discriminatoria histórica-sistémica, resulta emergente comenzar a reparar las faltas sociales, empujar políticas públicas y actitudes personales que borren el peso del olvido en que hemos ubicado en los márgenes de los derechos humanos a las personas afrosmexicanos, afrolatinos y afrodescendientes.
Abramos la discusión: @salmazan71