Estamos asistiendo a una gesta deportiva histórica en muchos aspectos: en la competición –con inasistencia de Rusia por encontrarse en un conflicto bélico–; en la ruptura de paradigmas culturales –que no provocaciones religiosas como algunos han querido sesgar la expresión artística– y en la inclusión/visibilización –con la participación de atletas que rompen los paradigmas patriarcales y racializadas. Y estos aspectos mencionados tienen reacciones comunes y lamentables: la discriminación, la violencia y la resistencia al cambio por parte de un enorme sector de las sociedades en el mundo.
El encuentro olímpico de estos juegos y los atletas de diversas latitudes del mundo presuponen tener como principio una demostración de las destrezas, habilidades y capacidades deportivas en diversas disciplinas del ser humano, donde gana el más más rápido, el más alto, el más fuerte (citus, altius, fortius). Sin embargo, cada vez, que se amplían las inclusiones de mujeres, nacionalidades y culturas a las diversas disciplinas más grande es la brecha de justicia, equidad y respeto. Bastan dos ejemplos vividos en recientes competiciones y disciplinas distintas: la judoka mexicana Prisca Awiti y la pugilista argelina Imane Khelif quienes han sido víctimas de los discursos de odio, discriminación y violencia de género por no ser mujeres racializadas por parte de líderes de opinión, empresarios y anónimos en las redes sociales.
La cuenta de la Red de Ética periodística respondió con eficacia y pulcritud una vez que las redes sociales se poblaron de comentarios transfóbicos, violencia de género, discrusos de odio desde el performance de “La Fiesta de Dionisio” hasta los casos de Awiti y Khelif, tras la difusión de bulos, es decir falsas noticias con el objetivo de provocar reacciones –sobre todo, en el caso de la pugilista argelina quien en 46 segundos venció a su contrincante italiana Angela Carini, quién entre lágrimas declaró que jamás había recibido golpes tan fuertes y; aseguró que Khelif era un hombre, asumiendo que se trataba de una boxeadora transexual.
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Despertando con sus dichos, una ola de comentarios y mensajes en las redes sociales donde describían como “un hombre compitiendo como una mujer”; los juicios sobre la fuerza masculina vs. la femenina, y un largo listado de discursos de odio que promueven violencia, considerando además que en Argelia la homosexualidad y las diversidades sexogenéricas están criminalizadas. Es decir, ponen en riesgo la vida de la boxeadora con el sólo hecho de comentarios, noticias falsas y deliberadas sobre la identidad sexual y de género de una persona.
Ante lo que estamos no sólo es un profundo odio de género heteronormado que occidente ha asumido con sus estereotipos, conductas y expresiones corporales (conceptos de feminidad, masculinidad, racismo, clasismo, sexismo) como legítimos, válidos, reconocidos y correctos; sino al profundo rechazo a la diversidad sexogenérica biológica, a la descalificación a las diferencias por color de piel, aspectos físicos y arquetipos.
Esto lo vimos expresado en el caso de la mexicana Prisca Awiti donde su aspecto que no corresponde al concepto racializado americano de una mujer por lo que los bulos se encaminaron al odio por apariencia, y varios medios de información como líderes de opinión abonaron al prejuicio. Y el otro caso, cada vez, escalando los niveles de violencia de género, transfobia, ignorancia discriminatoria es con Imane Khelif quien es una mujer cis-género, es decir que es mujer conforme a la identidad y expresión de género que coincide con el sexo biológico que se asignó socialmente al nacer, de acuerdo con sus características genitales visibles. Y esa enorme y radical diferencia hace de Imane y muchas personas cis que NO son transexuales, ni travestis, ni transgénero.
Estos juegos olímpicos nos están dando lecciones de inclusión, de visibilización, de reconocimiento y enorme aprendizaje sobre ser LOS MAS RAPIDOS para transformar nuestros prejuicios en respetos, LOS MAS ALTOS en los pensamientos incluyentes, no heteronormados y los MAS FUERTES en los ideales de equidad, diversidad y justicia social. Un enorme trabajo de reaprendizaje y responsabilidad colectiva tenemos por construir.