Con las actas de constancia de mayoría entregadas por el INE e IECM, la virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum y Clara Brugada jefa de gobierno de la Ciudad de México, respectivamente serán las mujeres con los cargos más importantes en las pasadas elecciones del 2 de junio. A pesar de la inminente ganancia de ambas candidatas, la oposición se pronuncia por impugnar la elección 2024, no lo consideran un fraude electoral sino lo que han llamado el dirigente del PAN Marko Cortés y la candidata Xóchitl Gálvez, una “elección de Estado”.
El Partido Acción Nacional (PAN) durante toda la campaña insistió, se pronunció y amenazó con llevarlo al terreno de lo legal lo que era evidente: su derrota en las urnas; conforme avanzaban las campañas más agudizaban su discurso de Elección de Estado. Con todo, el desigual y lejano resultado entre la primera y segunda candidata en las preferencias ante los electores consideran que no es un resultado de voluntades y decisiones de los más de 35 millones votaron por Sheinbaum para Gálvez se trató de una coerción al electorado, negando con ello, la autoderminación y el reforzamiento de su enorme desconocimiento a las necesidades, a los intereses o preferencias ideológicas de ese porcentaje de mexicanos que creen en el proyecto de MORENA.
Conforme transcurren los días y semanas, conocemos más del perfil y carácter de los dirigentes y quienes llevaron a cabo las riendas del proyecto de campaña de la candidata del PAN, sabemos más allá de los escándalos en aquel cuartel de guerra en un hotel del centro de la ciudad, su misoginia, su incapacidad para aceptar ser perdedores, su profundo desconocimiento de las necesidades sociales de un amplio sector de la población, sus filias y fobias de clase e ideologías. Quizá lo más evidente, es que se han desenmascarado, su rostro, sus ideales, sus creencias y sus formas de describir a la sociedad se hace cada vez más evidente: desde el maltrato y desprecio a su candidata hasta las posturas sobre temas como los derechos humanos de las mujeres, su radicalización ideológica que en palabras de Jorge Romero –quien pretende sustituir en la presidencia del Comité del PAN a Marko Cortés– es momento de regresar a los ideales de Carlos Castillo Peraza sobre temas ya superados y derechos ganados como son la legalización del aborto o los matrimonios entre personas del mismo sexo que considera no son parte de los valores de la familia.
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Lo que continúa tras la derrota del PAN, la pérdida de registro del PRD -que operaba como su contrapeso ideológico en esta coalición– y la lejanía del PRI, es ver la salida de la caverna de los yunquistas, estos nuevos juniors que tienen una enorme pulsión de ultraderecha, de la nueva casta voxizada que emula Romero como su mesías, su paladín de lo correcto, lo divino, lo sagrado y correcto. Ya no hay quien lo frene, el PRD y sus inmorales progresistas representantes están fuera del futuro ideológico del país.
Cortés, Romero, Taboada, entre otros panistas líderes que tienen secuestrado al partido buscan retroceder a un tiempo y época ultraderecha y antiderechos de donde con mucha sangre, luchas y conquistas hemos logrado visibilizar y combatir: su rostro es el tótem más radical y regresivo de las sociedades: la familia tradicional en este tercer decenio del siglo XXI no tiene ni sitio ni modo de operar como único modelo. Retroceder en derechos es una amenaza inminente del ultraconservadurismo que resiste y tiene miedo de perder su control y poder. Ese el rostro de las “nuevas juventudes del PAN, las mismas que a gritos y antiderechos quieren hacer valer su poder y fuerza. Fuera sus máscaras estos días se pintan y muestras sus rostros traídos de las oscuras y perversas cavernas del odio a lo diferente y diverso.