OPINIÓN LETICIA GONZALES MONTES DE OCA

Un actor malo

Jorge Cuchi dio un enorme salto para dedicar todo su ingenio a dirigir cine y ahora presenta su segunda cinta, “Un actor malo”.

Un actor malo.
Un actor malo.Créditos: Especial
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No quise leer ninguna reseña antes de verla. Bastaba saber que Jorge Cuchí la dirige, y que Ana María Olabuenaga -a quien está dedicada- es su más entusiasta publicista.

Desde las primeras escenas recordé la época en que yo aprendía de la suma de estos dos talentos lo que implicaba una filmación, aunque solo se tratara de un frívolo y efímero comercial: las eternas juntas de producción donde, entre todos, se decidía hasta el último detalle: casting, vestuario, locaciones, ambientación. Lo importantes que nos sentíamos al sabernos parte de un equipo de decenas de personas que teníamos “llamado” de madrugada, para aprovechar la luz del día; la ilusión con la que llegábamos a un ambiente de camaradería, entre tráileres, cafés y cigarros, de tenis y enchamarrados, sabiendo que quizá, tras tomas y tomas y más tomas hasta lograr la mirada precisa o la sonrisa perfecta de acuerdo con las exigencias del director, regresaríamos a casa agotados y orgullosos y viendo llegar la siguiente madrugada.

Y después, la paciencia y pasión de quienes realizaban el proceso de edición. Tanto conocimiento, inteligencia, energía, tiempo y dinero invertidos para lograr un cuento de apenas 30 segundos que mostraba lo mejor de una marca.

De filmar comerciales, Jorge Cuchi dio un enorme salto para dedicar todo su ingenio a dirigir cine y ahora presenta su segunda cinta, “Un actor malo”.

Veo la película y casi veo también lo que hubo detrás: las horas y días y meses de cerebros y corazones dedicados a entregarnos una historia profunda -o dos o cincuenta o miles- que sintetiza en 130 minutos, sin que falte o sobre un segundo, siglos de machismo, rencor silenciado acumulado, y el actual levantamiento de voces lastimadas y manos con pancartas y pintura; esas voces y manos como armas mismas.

“Un actor malo” elige una situación en un set de filmación para exponer con crudeza, realismo y actores excepcionales lo que ocurre todos los días en cualquier ámbito en México. Es una bofetada a una sociedad que no acaba de entender por las buenas -con discursos, marchas, a veces ni siquiera con la vivencia de casos cercanos- lo que es urgente que no ocurra más.

Una película pera verla y vernos, para llorar “por mí, por ti y por todos mis compañeros”, para debatir y reflexionar. Y para, desde mis ojos de mujer y mamá, aunque inexpertos en cine, recomendarla. Se acaba de estrenar.