“Con pálidos, indiferentes ojos, aguardamos sentados / a que caiga la cortina y la reja de salida / Este es el final de todas las canciones que el hombre canta”, versa el poema “Dregs” de Ernest Dowson, el cual inspiró a Robert Smith para la imagen de su canción “Alone”. Son los restos de una vida, de un mundo, que espera su final; no con tristeza ni angustia, sino como algo natural, algo intrínseco del tiempo.
Después de 16 años, The Cure regresa con su decimocuarto álbum de estudio, “Songs of a Lost World”, el cual fue compuesto y escrito por su líder Robert Smith. En él, hace una reflexión sobre el inevitable final de las cosas (incluida de la vida misma), y al mismo tiempo critica los excesos de una sociedad que ha acelerado la destrucción de su propio planeta.
En 2021, Robert encontró la carátula del álbum: la escultura “Bagatelle” del artista esloveno, Janez Pirnat, la cual muestra una especie de rostro surgiendo de la piedra. Smith quedó fascinado pero, al intentar contactar a Pirnat para solicitar su permiso, descubrió que el escultor había muerto ese mismo día. Coincidencia o destino, la conexión fue inmediata. “And Nothing Is Forever”; la canción se convertiría en una roca de música, para guardar y perdurar un símbolo y un amigo jamás conocidos.
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The Cure opta por pasajes instrumentales largos y complejos, para ir pintando capa por capa el paisaje y el concepto que desean. En “Warsong”, nos movemos con una cámara lenta que capta cada disparo y explosión de una trinchera. No importa el país ni la época; los rostros de angustia, miedo y odio son universales. Cada golpe de batería cae con la fuerza de una granada, mientras las guitarras se resquebrajan. Robert reflexiona sobre su propia naturaleza: nacimos para destruir, en un ciclo de odio, autodestrucción y pena.
En medio de este escenario global, Robert también libra una batalla interna por retener su identidad en “Drone:Nodrone”. Medita entre un cataclismo mental; su mente se rompe al recibir un último disparo de felicidad. Las guitarras-drone se destruyen entre sí, hasta que sólo queda la cáscara adormecida de lo que fue un individuo.
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Pero incluso entre la bruma de la desolación, brilla de manera tenue el amor, “A Fragile Thing”. Como hace 40 años, Robert mantiene su visión oscura y real del amor; sabe que las lágrimas de un adiós son los restos y la más grande prueba de un corazón que amó con todas sus fuerzas, toda su vida. Un sentimiento tan resiliente que soporta bombas y distancias, pero tan frágil que se rompe con una palabra.
Más que historias, The Cure pinta paisajes de un mundo desolado, de una manera tan bella, que conmueve y envuelve al espectador, como si el fin del mundo fuera un alivio tras siglos de exceso y bullicio. La profunda soledad y tristeza del gran final, “Endsong”, se disipan con la nostalgia del ayer tan brillante y el descanso de una cama de tierra. El negro tambien tiene sus tonalidades: pues ante la desolación de un futuro vacío, perdura una sonrisa tímida por los sentimientos y las emociones vividas.