HÉCTOR ZAGAL

Ni cuentos de terror ni de misterio: la simple realidad

La realidad supera a la ficción más veces de las que pensamos. Los misterios sin resolver, por ejemplo, abundan más en nuestro mundo.

La realidad supera a la ficción más veces de las que pensamos.
La realidad supera a la ficción más veces de las que pensamos.Créditos: Pixabay
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La realidad supera a la ficción más veces de las que pensamos. Los misterios sin resolver, por ejemplo, abundan más en nuestro mundo. Nadie sabe a ciencia cierta por qué el 3 de octubre de 1849, cuatro días antes de su muerte, Edgar Allan Poe apareció tirado en las calles de Baltimore sumido un estado de delirio.

Tampoco se sabe por qué Agatha Christie, la “Dama del misterio”, desapareció durante once nebulosos días. Luego de que su esposo le pidiera el divorcio, Agatha salió “a dar una vuelta”, pero nunca regresó. Lo único que encontraron de ella fue su coche, abandonado cerca de un lago y con restos de sangre. Días después, Agatha fue hallada en un hotel donde se había registrado como Nancy Neele, el nombre de la amante de su marido. Cuentan, sin embargo, que cuando la localizaron, ella no supo decir por qué estaba allí ni reconoció a su esposo cuando lo vio. ¿Venganza? ¿Crisis nerviosa? ¿Publicidad?

Sir Arthur Conan Doyle creía en el espiritismo, lo que contrastaba con el racionalismo de su personaje, Sherlock Holmes, encarnación de la lógica y la deducción. Conan Doyle, publicó varios libros sobre espiritismo y se asistía regularmente a reuniones para recibir mensajes del más allá. Incluso cuando Agatha Christie desapareció, Doyle acudió con una médium para buscar alguna pista.

Ningún monstruo sacado de la mente de Lovecraft podría provocar el horror que Guy de Maupassant experimentó a causa de la sífilis. Esta terrible enfermedad lo hizo alucinar que los mosquitos querían comerse su cerebro y que una criatura invisible y sombría, así como la de su cuento “El Horla”, lo perseguía constantemente.

El terror literario tampoco es comparable con el miedo que Jan Potocki, autor de “Manuscrito encontrado en Zaragoza”, sufrió durante sus últimos días. También atormentado por la sífilis, las alucinaciones lo convencieron de que se estaba convirtiendo en un hombre lobo. Tomó la tapa de su tetera de plata y le quitó la punta, luego la llevó a bendecir, la lijó hasta que cupo en su pistola y se dio un tiro en la cabeza.

A veces, o casi siempre, la realidad supera a la ficción.

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

(Héctor Zagal y Óscar Sakaguchi, coautores de este artículo, son conductores del programa “El Banquete del Dr. Zagal en MVS 102.5 todos los miércoles a las 22:00 y los sábados a las 17:00)