Las guerras aceleran los avances tecnológicos de la humanidad. Las guerras aguzan el ingenio; no sólo es cuestión de conseguir la victoria, sino al menos de sobrevivir. Aunque no podemos negar lo anterior, la historia atestigua el enorme y doloroso costo de un conflicto bélico: muerte, destrucción, enfermedades, pobreza, tristeza. La escritora Agatha Christie, quien padeció dos guerras mundiales, escribió: “La guerra no arregla nada… ganar una guerra es tan desastroso como perderla”.
Pues hoy se conmemora el Día Internacional para la Destrucción de Armas de Fuego.
China inventó la pólvora alrededor del siglo X, durante la dinastía Song. Sus primeros usos estuvieron enfocados en la alquimia y la pirotecnia, aunque con el tiempo la pólvora también fue utilizada como propulsor de sus armas. Este hecho terminaría cambiando el mundo entero.
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Por influencia de los musulmanes y a los bizantinos, la pólvora llegó a Europa tardomedieval. Paulatinamente, los ejércitos europeos incorporaron las armas de fuego a su arsenal. Fue el final de los caballeros de pesadas armaduras y de los castillos de torres altas.
Si analizan el mapa de algún castillo medieval, verán que, lejos de ser construcciones fastuosas como la catedral de Notre Dame de París, en realidad eran fuertes amurallados y aislados. Su arquitectura estaba pensada para hacerle frente a catapultas, flechas y armas de asalto, como las torres móviles, los arietes y las balistas.
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Cuando los ejércitos comenzaron a utilizar los cañones, todo cambió. Con la llegada de la pólvora, las murallas medievales dejaron de ser efectivas para resguardar a la gente. Al ser tan altas, los proyectiles de los cañones las derribaban con facilidad. Las fortalezas contra armas de pólvora tienen murallas menos altas, diseñadas para que sus defensores puedan disparar a los atacantes desde cualquier ángulo. En México tenemos algunos casos: el castillo de San Juan de Ulua en Veracruz y el fuerte de San Diego en Acapulco. Las torres altas, cuando las hay, sólo tienen función de vigilancia, pues son muy vulnerables.
La pólvora no sólo alteró la forma de los enfrentamientos, sino que, además, generó una nueva distribución geográfica que propició los estados centralizados. Los castellanos, es decir, los señores feudales que poseían un castillo, fueron perdiendo importancia frente los reyes que podían costear ejércitos volantes armados con cañones y arcabuces.
La pólvora también jugó un papel crucial en las conquistas. Tener armas contundentes que permitieran el combate a larga distancia daba una clara ventaja frente a otras armas como el macuahuitl mexica, mazo con hojas de obsidiana, que sólo servían en un combate cuerpo a cuerpo. Bernal Díaz del Castillo narra que, estando cerca del Popocatépetl y con escasa pólvora, uno de los capitanes españoles, Diego de Ordaz, lideró un grupo hasta la cima del volcán para recolectar azufre, ingrediente clave de la pólvora.
La revolución industrial impulsó la fabricación de las armas de fuego. Los rifles y cañones fueron decisivos en la conquista estadounidense de los grandes territorios habitados por los pueblos originarios. Si bien los nativos americanos del norte adoptaron el rifle, ellos no lo fabricaban y dependían de los comerciantes para surtirse de municiones. Las armas de fuego también fueron decisivas en la derrota de los pueblos africanos, injustamente “colonizados” por las potencias europeas.
Las dos guerras mundiales perfeccionarían la brutalidad de las armas, dejando como saldo millones de muertos, de huérfanos, de viudas. ¿Sería mejor un mundo sin armas de fuego?
En 2001, frente a los problemas de contrabando y uso ilícito de armas de fuego, la ONU propuso esta fecha con el propósito de que la gente entregara sus armas para su destrucción. A más de veinte años la situación parece no haber mejorado, especialmente en aquellos lugares donde portar un arma de fuego es considerado un derecho fundamental de los ciudadanos.
Por cierto, me parece que México hace muy bien al recriminarle a Estados Unidos que buena parte de las armas que utilizan los criminales en nuestro país proceden de nuestro vecino del norte. La facilidad con que se compran armas de fuego en aquel país es absurda. Pero también obliga a una reflexión. Los Estados Unidos permiten que las armas salgan de su país sin control, pero nosotros permitimos que ingresen a nuestras fronteras. En este punto, como en el de las drogas, la responsabilidad es compartida. El control de las fronteras es nuestra responsabilidad. Impedir el contrabando de armas a nuestro país es obligación del gobierno mexicano. ¿No les parece?
Sapere aude! ¡Atrévete a saber!
@hzagal
(Héctor Zagal y Óscar Sakaguchi, coautores de este artículo, participan en el programa de radio “El Banquete del Dr. Zagal en MVS 102.5)