OPINIÓN HÉCTOR ZAGAL

Los escándalos de Schopenhauer

Arthur Schopenhauer una mirada a la vida 'un rockstar de la filosofía en el siglo XIX'.

El pensador alemán Arthur Schopenhauer, en un grabado de juventud.
El pensador alemán Arthur Schopenhauer, en un grabado de juventud.Créditos: EFE
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Estamos acostumbrados a juzgar un libro por sus letras, sus palabras. sus ideas, pero no siempre volteamos hacia la fuente de todo ello: el autor. Y no está mal que así sea. Al fin y al cabo, una obra, literaria o filosófica, debe hablar por sí sola. Sin embargo, ¿qué pasa cuando le echamos un vistazo a la vida del creador? ¿Empatan sus ideas con su vida o simplemente no vive lo que alguna vez escribió?

¿Qué les parece si hacemos el ejercicio con Arthur Schopenhauer (1788-1860)? Célebre entre por sus brillantes ideas, pero también por su mal temperamento. Fue un rockstar de la filosofía en el siglo XIX, obvio, no con los niveles de Hegel, pero hay que reconocer que sí gozo de fama en vida.

Schopenhauer, influido por la filosofía de la India, sostenía que, frente a una voluntad ciega que domina el mundo y provoca continuamente dolor, hay que tratar de llevar una vida de desapego, austera y de compasión. Sin embargo, para Schopenhauer, la misma compasión tiene una paradoja. Los seres humanos necesitamos del afecto de los demás, pero mientras más nos acercamos entre nosotros, más nos lastimamos.

Para explicar mejor esta idea, el filósofo alemán recurrió al llamado “Dilema del erizo”.

Imaginen que hay varios erizos en el mismo bosque. Todos están separados y conforme avanza el día, la temperatura del lugar desciende progresivamente. Cada erizo comienza a sentir frío y se ve en la necesidad de calentarse. Todos se juntan entre sí para que su propio calor los abrigue, pero en la medida que se acercan, todos empiezan a encajarse las púas de todos. De modo que, mientras más cerca están, más se hacen daño.

Los erizos se vuelven a separar y no tardan en reaparecer los tormentos del frío. De nuevo necesitan juntarse, pero esta vez lo hacen bajo una distancia que no es tan lejana como para enfriarse ni tan cercana como para encajarse sus púas.

Algo análogo sucede con las relaciones humanas. Cuando padecemos la soledad, buscamos la compañía de los demás, aunque es propio de nuestra condición herirnos los unos a los otros mientras más cercanos e íntimos nos volvemos. Por eso debemos encontrar un punto medio para no afligirnos ni por lo primero ni por lo segundo.

Al parecer, el “dilema del erizo” fue resultado de la vida personal de Schopenhauer. El filósofo no solía llevarse bien con la gente y en más de una ocasión se metió en problemas.

Desde joven aprovechó la herencia que su padre le había dejado y con ella compró varias propiedades que le permitieron llevar la vida cómoda de un rentista. Al principio, su estrategia económica funcionó, sin embargo, más tarde falló y comprometió también el patrimonio del resto de su familia, a quienes desamparó.

Durante las revoluciones de 1848, mientras residía en Frankfurt, dejó que soldados austriacos entraran en su residencia para que tuvieran una mejor posición de tiro contra los revolucionarios. Es más, incluso les ofreció sus binoculares de la ópera para que les apuntaran más fácil. Todo porque tenía miedo de perder sus propiedades si la revolución ganaba.

Y cómo olvidar aquella ocasión en la que se peleó con su vecina y la terminó arrojando por las escaleras. La mujer, por supuesto, no se quedó con los brazos cruzados e inició un proceso judicial en su contra que obligó a Schopenhauer a pagarle una pensión vitalicia.

Hacer amigos no se le daba tan bien como hacer filosofía. Aunque ¿ustedes qué opinan? ¿Qué tanto habrán influido estos hechos a la hora de plasmar sus ideas en el papel?

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

(Héctor Zagal y Oscar Sakaguchi, coautores de este artículo, conducen el programa de radio “El Banquete del Dr. Zagal)