En 2021 escribí una breve nota sobre cómo el golpe de Estado militar ejecutado por el general Abdel Fattah al Burhan a finales de octubre de ese año dejó la transición democrática de Sudán pendiendo de un hilo. Ahora, a pocos meses de las elecciones que esperaban celebrarse en julio, la violencia estalló y la facción paramilitar conocida como Fuerzas de Acción Rápida (RSF por sus siglas en inglés) decidieron enfrentar al ejército sudanés en Jartum.
El 15 de abril las Fuerzas de Acción Rápida, un grupo paramilitar encabezado por Mohamed Hamdan Dagalo –mejor conocido como Hemedti—comenzó una ofensiva en Jartum, capital de Sudán, contra el ejército sudanés a cargo del general Burhan quien en 2021 dio un golpe de Estado, aunque, según Burhan “no se trataba de un golpe de Estado sino de un paso para rectificar el curso de la transición hacia un mando civil en el país”.
Desde el golpe militar de 2021, Burhan sostenía el poder de facto y, a finales de 2022, firmó un acuerdo con Dagalo en el que se comprometían a buscar la transición hacia un gobierno civil, pero la realidad es que no logran llegar a un acuerdo, principalmente en lo que respecta al papel de las RSF. Por lo anterior, en meses recientes la violencia escaló y ambos bandos se responsabilizan mutuamente de iniciar este estallido de violencia en la capital.
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El conflicto entre ambos mandos militares inició con el antiguo dirigente del país, Omar al-Bashir, quien también llegó al poder mediante un golpe de Estado y estuvo al frente de Sudán durante 29 años. Al-Bashir estuvo apoyó la formación del grupo paramilitar que más tarde se convertiría en las RSF y que, derivado de su intervención en Darfur, la Corte Penal Internacional acusó tanto a al-Bashir como a los comandantes de RSF (que en ese momento eran conocidos como Janjaweed o Yanyauid) por crímenes de guerra y genocidio.
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Pese a que al-Bashir fue quien modificó las leyes en Sudán para incluir a las RSF como parte de un cuerpo de seguridad especial del país, en 2019 las RSF cooperaron junto con el ejército a cargo de Burhan para derrocar a al-Bashir. En el periodo entre este golpe militar y el de 2021, además de reprimir violentamente las protestas civiles donde incluso hubo muertos, un mando civil estuvo a cargo encabezado por el primer ministro Abdalá Hamdok.
Una larga lista de países entre los que figuran Arabia Saudita, Egipto, China, Estados Unidos, Francia, e incluso México con la ayuda de España, ya evacuaron a sus ciudadanos y al personal diplomático del país. Con breves periodos de calma que han servido para que extranjeros y ciudadanos que cuentan con los medios huyan de la ciudad. Sin embargo, el panorama es crítico y la población que no cuenta con los medios para huir –generalmente los más pobres, como suele suceder— ha quedado atrapada en medio de las confrontaciones militares.
Sudán y, particularmente, Hemedti tiene fuertes lazos con Arabia Saudita y colaboró con sus tropas en la guerra en Yemen, con lo que también logró hacer vínculos con otros dirigentes de los países del Golfo. También es un país con relevancia geopolítica debido a su localización, recursos (incluidos oro y petróleo), vínculos con países árabes, pero también con Rusia, cuestión preocupante para Occidente.
Resulta particularmente interesante que Israel haya ofrecido mediar en lo que ocurre actualmente en Sudán, aunque no es de extrañar, pues en 2021 Sudán fue uno de los países que firmó los Acuerdos de Abraham para normalizar relaciones bilaterales y, apenas en febrero, el gobierno israelí dialogaba con las facciones sudanesas para firmar un acuerdo definitivo de paz.
Por supuesto, si la violencia continua y Sudán se sume en una guerra civil, el acuerdo de paz estaría en riesgo para Israel. Por el contrario, de lograr mediar y negociar un alto al fuego en Sudán, ayudaría a Israel a aliviar los descontentos sobre su gobierno y sobre la violencia colonial que ejerce sobre los palestinos, pero también le ayudaría a estar más cerca de Arabia Saudita e intentar sumarlo a la firma de los Acuerdos de Abraham, un asunto delicado tomando en cuenta que Arabia Saudita e Irán están limando sus asperezas históricas.
A dos semanas de la erupción de la violencia en las calles de Jartum, como siempre, quienes pagan el precio más alto son los civiles. Se reporta que 60% de los centros de salud están cerrados en la capital y se estima que más de 100,000 sudaneses huirán a refugiarse en Chad, aunque al momento son alrededor de 20,000. El escenario catastrófico se anunciaba desde hace años, hoy, se habla de Jartum como una ciudad fantasma y una nueva crisis de refugiados está empezando.
Jeziret Gallardo
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