OPINIÓN SERGIO ALMAZÁN

¿De qué lado está la frontera?

Pero hay otra frontera, la interna, de las familias que van saliendo de sus lugares de origen poco a poco.

Reyna Grande.
Reyna Grande.Créditos: Twitter / Reyna Grande
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La historia de Reyna Grande es un espejo y reflejo de una comunidad migrante asentada en los Estados Unidos, pero quizá a diferencia de muchos de nuestros paisanos que van a buscar el sueño americano, ella sí lo logró y desde ese lugar ganado a pulso y esfuerzo es que es voz y letra, testimonio y reflexión que comparte en una conversación que sostuve con ella, a propósito de la reciente publicación de su novela: “Corrido de amor y gloria” (Harper Collins, 2023). Un fragmento de ese diálogo sirve para reflexionar sobre lo que significa la frontera de cristal que viven los migrantes que no son ni americanos ni mexicanos.

Reyna Grande nació en Iguala, Guerrero en el año de 1976 en una familia con enorme pobreza y sin muchas opciones de educación y trabajo, pues en aquellos años no había una secundaria ni preparatoria en esa esa región, las instituciones educativas más próximas estaban a 15 kilómetros sin una carretera en condiciones para llegar al centro educativo o laboral más cercano. Ese precario futuro llevó a su padre a migrar a California, Estados Unidos, cuando Reyna tenía dos años; y con sólo cuatro vivió la orfandad ya que su madre también tomó camino para encontrarse con su esposo y dejar con los abuelos a Reyna y sus hermanos.  Ella recuerda ese episodio: “a los cuatro años me quedé sin mis padres, crecimos con mis abuelos…íbamos de casa en casa entre los abuelos y tíos, sin entender por qué no estábamos con mi mamá y mi papá. Creía que habían muerto, y en cierto sentido, éramos huérfanos. A esa corta edad nadie nos explicaba nada, hasta que mi padre volvió a Iguala por sus hijos. Yo tenía nueve años cuando llegó mi papá y contrató un coyote que nos pasó ilegales, las dos primeras ocasiones nos agarró la migra y nos deportó, pero al tercer intento cruzamos de noche por Río Grande, luego por Las Cruces hasta que nos reunimos con mi madre en California. Estuvimos indocumentados por cinco años.” 

Por décadas la migración hacia los Estados Unidos ha definido la esperanza y opción para muchas familias no sólo mexicanas sino en toda América Latina que se agudiza conforme las crisis políticas, sociales y económicas se extienden y prolongan. Algunos inmigrantes logran llegar y poco a poco irse haciendo a una nueva ideología, cultura y lengua, los más quedan en el intento, atrapados en las manos de coyotes que los abandonan a su suerte, muriendo en las aguas del Río Bravo o en el desierto de Arizona o en las garitas y estancias migratorias esperanzo una visa humanitaria. 

La escritora Grande reflexiona en torno a esas otras fronteras que nadie explica y son la huella profunda como es el idioma, la discriminación, el rechazo, el abuso, la violencia que se vive a diario en las calles, colegios, empresas y servicios donde las diversas acciones de desigualdad les recuerda que son migrantes. Pero hay otra frontera, la interna, de las familias que van saliendo de sus lugares de origen poco a poco. “Una vez que nos reunimos mis hermanos y mis padres, ya no hay frontera física, había una división, una distancia, no nos reconocíamos como familia, éramos todos desconocidos, habían pasado tantos años de separación con mis padres que ya no nos conocíamos, ellos nos eran ajenos como nosotros sus hijos éramos extraños para ellos. Fue muy duro superar esa frontera de cristal entre nosotros, estaba muy difícil la dinámica familiar, tardamos años en reparar esa relación y acortar esa distancia. Y creo que ser migrante es eso, una distancia entre tu país y entre las familias porque, aunque se unan, el tiempo que estuvieron separados abre un abismo que no se logra nunca acortar, queda ahí. Y es cuando te preguntas: ¿De qué lado está la frontera y cuáles la verdadera distancia?” …

La escritora mexico-norteamericana encontró en la literatura no sólo la posibilidad de poder comunicarse en el idioma inglés sino de expresarse entre los suyos, romper esa frontera de cristal que marcó su vida. Hoy sus libros son un medio de identidad y de puente entre sus connacionales, entre los suyos y nosotros. Una historia de éxito de migrantes que cruzan más que geografías, bloques culturales.

 

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