Eran otros tiempos, el mundo vivía entre guerras y México sacaba de sus entrañas los recursos para salir adelante tras una larga, sinuosa y violenta guerra civil que dejó en paupérrimas condiciones a la sociedad, sus instituciones y al país entero y un descontrol en el manejo de sus recursos naturales entre ellos la industria mineral y la petrolera. Lázaro Cárdenas, quien la historia lo ubica como el último de los líderes revolucionarios, entrega los títulos de propiedad agraria y nacionaliza el petróleo. Éste último, considerado la promesa mayor de la riqueza natural que el subsuelo mexicano nos proveía como la fuente de riqueza y oro negro para el crecimiento y desarrollo de la tan anhelada estabilidad económica y social.
Aquel final de los años 30, el petróleo era la sangre de la Patria y habría que cuidar a la madre tierra y naturaleza para que aquel recurso preciado generara los beneficios de su prodigioso poder. En las dos siguientes décadas del llamado Milagro mexicano, la vida nacional, efectivamente cambió, el petróleo nacional a través de Pemex transformó la vida, la industria y al Estado mismo. En lo doméstico, se incentivó una verdadera transformación que benefició la vida y el medio ambiente sustituyendo el uso del carbón y la leña por el gas; en las cocinas mexicanas de todo el país la estufa sustituyó el anafre que provocó una mejor relación con la naturaleza. Los dividendos de la explotación petrolera generaban riqueza que se traducía en modernización y crecimiento económico para el Estado y la sociedad.
Ya para los años 70, el automóvil en las grandes ciudades había sustituido los medios de movilidad urbana de arrastre o de sangre (animales de carga y traslado), el uso de las gasolinas en la industria como en objetos de la vida cotidiana tenían a la ciudad de México como el ejemplo de la contaminación ambiental, incluso más que las refinerías. En 1975, Pemex aceptaba ser una de las empresas más contaminantes en nuestro país y algunas zonas de la ciudad como Azcapotzalco (donde se encontraba la Refinería 18 de marzo) provocaba una serie de sustancias contaminantes con efectos negativos a sus habitantes y medio ambiente.
Otro de los tantos ejemplos negativos que tuvo y ha tenido esa sangre negra del suelo patrio fue la contaminación petrolera en las tierras de cultivo en Tabasco en la década de los 80 que provocó un pacto entre campesinos y el Estado sobre la indemnización por haberse hecho infértiles sus tierras, así como la catástrofe en el Golfo de México con el derrame petrolero en el pozo Ixtoc I en Campeche que por casi 300 días la mancha de crudo de petróleo terminó con fauna marina. Los gobiernos de López Portillo, De la Madrid y hasta Fox encontraron una mina económica en la explotación al máximo de las zonas petroleras, sin mediar consecuencias ambientales, naturales o sociales como fue en 1984 con la explosión de la planta de gas en san Juan Ixtuatepec (San Juanico).
Hoy día que el mundo enfrenta los efectos del desequilibrio ambiental a consecuencia de los efectos de la explotación de recursos naturales entre ellos, las energías sucias como es el petróleo y sus derivados en la industria y la vida cotidiana. En la conmemoración de los 85 años de nacionalizar Lázaro Cárdenas a la madre-sangre de la Patria, con la concentración que ha convocado Andrés Manuel López Obrador en la plancha del Zócalo, el reto será que su discurso patriota sea en favor de las energías limpias, en el equilibrio entre una sangre cada vez más cara y desgastada que nos tiene al mundo entero con efectos negativos en el aire y las aguas. Lo que hace ocho décadas era el oro negro, ahora es la oveja negra del ambiente y la crisis social-económica. El mundo ha cambiad y sus tótems también.
Abramos la discusión: @salmazan71