Durante décadas, los cines de Monterrey han sido testigos de innumerables historias, emociones y momentos inolvidables para los habitantes de la ciudad. Desde los clásicos más taquilleros hasta las películas más íntimas y emotivas, estos espacios han sido parte fundamental del tejido cultural de la región.
Uno de los cines más emblemáticos de la ciudad fue el Cine Elizondo, situado en la calle Zaragoza entre Padre Mier y Matamoros. Con su apertura el 10 de septiembre de 1945, este cine se convirtió en un punto de encuentro para los cinéfilos y amantes del séptimo arte. Tras casi cuatro décadas de proyecciones ininterrumpidas, cerró sus puertas en 1978 y fue demolido en 1982, dejando tras de sí un legado imborrable en la memoria de Monterrey.
Otro de los referentes cinematográficos de la ciudad fue el Cine Monterrey, ubicado en la esquina de Aramberri con Rayón. Inaugurado en 1947, este espacio fue un ícono de la época dorada del cine mexicano y la primera película que se estrenó fue “Soy un prófugo” de Cantinflas. Premier a la asistieron grandes artistas.
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A pesar de su importancia histórica, este cine desapareció en los años 90, dejando un vacío en el corazón de los cinéfilos regiomontanos.
El Cine Lírico, construido en 1922 en la calle Madero, entre Juárez y Colegio Civil, también forma parte de la rica historia cinematográfica de Monterrey. Tras una remodelación en 1941, este cine continuó deleitando al público con proyecciones memorables hasta su cierre en 1997. Su fachada imponente y su interior lleno de encanto perduran en la memoria de quienes tuvieron el privilegio de disfrutar de sus funciones.
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Diversas celebridades como María Victoria y Mario Moreno "Cantinflas", comenzaron su carrera en el cine justo en este recinto, por lo que el valor histórico y artístico aumenta mucho más.
Finalmente, el Cine Reforma, situado en la Calzada Madero entre Galeana y Emilio Carranza, es otro de los cines que marcaron una época en Monterrey. Construido en 1946, este cine fue un punto de encuentro para generaciones enteras de cinéfilos. Sin embargo, su desaparición en 1992 dejó un vacío en la oferta cultural de la ciudad.
Aunque estos cines ya no formen parte del paisaje urbano de Monterrey, su recuerdo continúa en la memoria de quienes vivieron momentos inolvidables entre sus paredes. Son testigos silenciosos de una época dorada del cine y de la nostalgia que acompaña a aquellos que añoran los días de las salas oscuras y las proyecciones en pantalla grande.