En Monterrey, hay lugares con historias que se transmiten de generación en generación, y el barrio del Topo Chico es uno de los más emblemáticos y misteriosos.
Su nombre proviene del cerro cercano, que, a pesar de su belleza natural, guarda en su interior una leyenda macabra que aún inquieta a quienes la recuerdan.
La historia se remonta a 1949, cuando tres niños, dos hermanos y su primo, decidieron aventurarse más allá de los límites de su hogar en busca de diversión.
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Era una época en la que los niños pasaban horas jugando en las calles y explorando los alrededores. Aunque sus padres les habían prohibido ir al cerro, lograron convencer a su madre para que les permitiera el permiso de ir a jugar. Desobedeciendo la advertencia paterna, se adentraron en el cerro, donde la tarde se convirtió en noche y, finalmente, en días de angustiosa desaparición.
Después de varias jornadas de búsqueda sin resultados, la noticia que los padres temían llegó: un pequeño pastor de apenas 13 años había encontrado los cuerpos de los niños en las faldas del cerro. Los cuerpos eran difíciles de identificar. Lo único que quedó claro fue que uno de los niños llevaba una chamarra de gamuza, una pista que nunca condujo a una conclusión.
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¿Qué ocurrió en realidad con esos niños?
La leyenda asegura que su muerte sigue siendo un enigma. Algunos sostienen que los soldados en la zona pudieron haber tenido algo que ver, ya sea de forma intencional o por un accidente. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de las autoridades, nunca se aclaró lo sucedido, y la tragedia se sumió en el misterio.
A lo largo de los años, las especulaciones y teorías sobre su muerte no cesaron, y lo que comenzó como una desaparición trágica se transformó en una leyenda urbana. Hoy en día, muchas personas temen acercarse al cerro durante la noche, pues aseguran escuchar disparos y voces de niños que creen provienen de las almas de los pequeños que aún rondan el lugar, buscando consuelo.
La leyenda de los niños del Topo Chico sigue siendo una de las historias más inquietantes y contadas de Monterrey, un recordatorio de que algunos misterios nunca se resuelven.