El Telescopio Espacial James Webb vuelve a sorprender a la comunidad científica. Esta vez no se trata de un planeta distante ni de una galaxia remota, sino de algo mucho más íntimo para quienes miramos el cielo y nos preguntamos por nuestros propios orígenes: la formación de lunas.
Un equipo internacional de astrónomos logró, por primera vez, medir directamente las propiedades químicas y físicas de un disco circumplanetario, es decir, una especie de anillo de gas y polvo que rodea a un planeta joven y que podría convertirse en el lugar de nacimiento de satélites.
¿Cómo nacen las lunas? Un exoplaneta revela pistas
El protagonista de este hallazgo se llama CT Cha b, un exoplaneta ubicado a 625 años luz de nuestro planeta, en la constelación de Camaleón.
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Lo que captó el Webb es particularmente llamativo: un disco abundante en compuestos de carbono alrededor del planeta, entre ellos acetileno y benceno. Estos ingredientes, ausentes en el disco que rodea a la estrella central del sistema, sugieren que en apenas 2 millones de años ambos entornos ya muestran diferencias químicas notables.
Aunque todavía no se han detectado lunas en CT Cha b, el escenario es prometedor. De acuerdo con la astrofísica Sierra Grant, del Instituto Carnegie para la Ciencia, “podemos ver evidencia del disco alrededor de la compañera y estudiar su composición química por primera vez. No solo presenciamos la formación de lunas, sino también la formación de este planeta”.
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Su colega Gabriele Cugno, de la Universidad de Zúrich, añadió: “Estamos observando qué material se está acrecentando para formar el planeta y sus lunas”.
Una ventana a la infancia de los sistemas planetarios
Nuestro propio Sistema Solar alberga más de 400 lunas conocidas, pero sus orígenes siguen siendo un misterio. Se cree que los satélites más grandes, como las lunas galileanas de Júpiter, se formaron en discos similares hace más de 4.000 millones de años. Observar algo semejante hoy es como abrir una ventana al pasado.
Las observaciones del Webb se realizaron con el instrumento MIRI (Instrumento de Infrarrojo Medio), que permitió “diseccionar” la luz y separar el tenue resplandor del planeta del de su estrella madre. El análisis reveló siete moléculas distintas, lo que confirma que este disco no es solo polvo flotando en el espacio, sino un entorno químicamente activo.
¿Por qué importa?
Los astrónomos sospechan que podría haber más lunas que planetas en la galaxia, y algunas incluso tendrían condiciones aptas para la vida. Estudiar un sistema como el de CT Cha b es esencial para entender cómo se construyen no solo los mundos gigantes, sino también sus acompañantes.
