La comida chatarra es atractiva por su sabor, la publicidad difundida en medios de comunicación y los hábitos familiares, factores que influyen en su consumo por encima de alimentos saludables, aseguró la profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Elvira Sandoval Bosch.
La académica del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina explicó que los alimentos ultraprocesados son aquellos que fueron modificados en su contenido nutricional, se caracterizan por ser altos en grasa, con azúcares de fácil y rápida absorción, altos en sodio y bajos en fibra.
Sandoval Bosch señaló que este tipo de alimentos nos dan un efecto placentero, ya que nos ayudan a inducir la producción de dopamina, sustancia producida en el cerebro que nos brinda una sensación de bienestar y saciedad.
“Por esta razón, regularmente los consumimos cuando tenemos ansiedad, enojo o estrés”, señaló la especialista para UNAM Global.
En cuanto a la razón social, refirió que los medios de comunicación y sus estrategias de persuasión crean productos más fáciles de consumir, que sepan rico, con una presentación visualmente agradable y buena consistencia.
“Además, están disponibles en todas partes, y por ello son más fáciles de conseguir que los naturales, y su costo representa una gran diferencia porque resultan más económicos”, destacó.
Sobre las razones culturales, señaló que ciertos alimentos se vuelven una forma de vida, por ejemplo, cuando una familia tiene la costumbre de tomar todos los días el mismo refresco, el cual no puede faltar en su mesa.
Detalló que si se suman estos tres factores, estos alimentos resultan más fáciles de consumir y más cómodos que otros más benéficos para la salud.
Antes de prohibir los alimentos ultraprocesados, debe reconocerse que ingerirlos de manera ocasional en raciones pequeñas no afecta, pero si se consumen en exceso resultan dañinos.
La docente exhortó a que no se compren de forma desmedida ni sustituyan a una de las comidas del día porque no brindan los nutrimentos necesarios: “Al consumirlos es mejor reflexionar y preguntarnos si lo hacemos por hambre o por ansiedad”.