El abrazo es una de las herramientas más poderosas que a lo largo de la historia de la humanidad ha tenido, no solo para mostrar afecto y estrechar vínculos, sino para sentirse felices.
A través de diversos estudios científicos, se ha logrado demostrar que con los abrazos se genera más oxitocina, una pequeña molécula capaz de actuar como hormona y como neurotransmisor.
Gracias a la oxitocina se puede lograr una conducta generosa y cariñosa.
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El valor del abrazo, según la ciencia
Para liberar mayor cantidad de oxitocina, según el profesor estadounidense de neurología y economía Paul J. Zak, es sencillo, solo que hay que abrazar.
Hace unos años, Zak –que sigue los pasos de los trabajos del neurocientífico Antonio Damasio– empezó a advertir a todos los que visitaban su laboratorio que antes de macharse les daría un abrazo.
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Con el tiempo ha constatado que este aviso “ligeramente excéntrico” cambia la intensidad de la conversación, haciéndola más íntima y valiosa.
La receta de Zak para la felicidad es simple: ocho abrazos diarios: “Hemos demostrado que dando ocho abrazos al día se es más feliz y que el mundo será un lugar mejor porque se estará provocando que otros cerebros segreguen oxitocina”.
Ejemplo de esto es el círculo que cada vez agrandan más los voluntarios del movimiento Free Hugs (Abrazos gratis), iniciado por un joven australiano que se hace llamar Juan Mann.
La idea nació en 2004, desolado por problemas familiares, recibió el abrazo de una desconocida en una fiesta: “Me sentí como un rey, fue lo mejor que me ha pasado nunca”. Eso lo decidió a repartir abrazos en pleno Sidney. Uno fue grabado en vídeo y circuló masivamente por la red.
Cabe destacar que las personas más vinculadas a sus amigos y su familia vivieron más, lograron en mayor medida sus objetivos vitales y fueron físicamente más saludables.