HÉCTOR ZAGAL

Miley Cyrus, Aristóteles y el amor propio

Amar es querer el bien y, por ende, el fundamento del amor propio es que seamos buenos. ¿Qué significa esto? En realidad, es algo muy sencillo.

Amar es querer el bien y, por ende, el fundamento del amor propio es que seamos buenos, escribe Héctor Zagal.
Amar es querer el bien y, por ende, el fundamento del amor propio es que seamos buenos, escribe Héctor Zagal.Créditos: Freepik
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"Debe ser terrible tenerme y después perderme", decía Mauricio Garcés. ¿Se lo imaginan frente a un espejo? "Espejito, espejito… no me lo digas, ya lo sé".

Hace unos días celebramos el Día del Amor y la Amistad, pero es curioso lo poco que hablamos del amor propio. El cristianismo lo plantea de manera provocativa: debemos amar al prójimo como a nosotros mismos. En otras palabras, la medida del amor a los demás es la medida del amor propio. Si no sabemos amarnos, difícilmente sabremos amar a los demás.

Este amor propio no se reduce a la autoestima de la que nos habla Miley Cyrus en su maravillosa canción Flowers:

"Puedo comprarme flores, escribir mi nombre en la arena

 Hablar conmigo por horas, decir cosas que no entenderías

 Puedo llevarme a bailar y tomar mi propia mano

 Sí, puedo amarme mejor de lo que tú podrías".

Estoy de acuerdo con Cyrus: no debemos mendigar el amor de los demás si podemos amarnos a nosotros mismos. Cuando se mendiga el amor o, peor aún, cuando se pretende conseguirlo por la fuerza, estamos sumergidos en una relación tóxica.

Pero el amor propio va mucho más allá. Aristóteles se preguntó si es correcto amarse a uno mismo. Su respuesta me parece bastante acertada: sí, es correcto amar nuestras acciones y cualidades buenas, pero no lo es amar aquello que hay de malo en nosotros. Amar es querer el bien y, por ende, el fundamento del amor propio es que seamos buenos. ¿Qué significa esto? En realidad, es algo muy sencillo.

Imaginemos a un criminal. Si este hiciera un examen de su propia vida, debería sentir horror ante sus acciones. Un violador o un asesino no debe complacerse con sus actos, por muy suyos que sean. Lo que el criminal debe amar es su capacidad de cambiar y de enmendarse. Dicho de otra manera, el amor propio no es incondicional. Por fuerte que suene, no tenemos derecho a amarnos a nosotros mismos sobre todas las cosas. Si así fuese, tendríamos derecho a pasar por encima de los demás.

"El egoísmo", escribió Oscar Wilde, "no es vivir como uno desea, es pedir a los demás que vivan como uno quiere". El amor propio debe ser compatible con la constelación de millones de amores propios que pueblan la sociedad.

¿Cuál es la clave del amor propio? El autoconocimiento. Aristóteles decía que a las personas viciosas no les gustaba estar a solas consigo mismas, porque en ese momento veían que sus acciones eran despreciables y vergonzosas. Por ello, el vicioso siempre buscaba la compañía de otros, para evitar examinar su propia vida.

Quizá Aristóteles exageró un poco, pero algo de verdad hay en ello. A veces nos incomoda la soledad porque nos damos cuenta de que no somos tan buenos, tan inteligentes o tan divertidos como pensábamos.

Creo que debemos ser valientes y mirarnos a nosotros mismos. Conviene que, de vez en cuando, apaguemos el celular y nos atrevamos a reflexionar, a reconocer aquello que hemos hecho bien y a enmendar aquello que hemos hecho mal. Al fin y al cabo, como decía Wilde, "Amarse a uno mismo es el comienzo de un romance para toda la vida". Pero hay de romances a romances; no vaya a ser que terminemos en una relación tóxica con nosotros mismos.

Héctor Zagal, profesor de la Universidad Panamericana, y Oscar Sakaguchi, coautores de este artículo, conducen el programa de radio "El Banquete del Dr. Zagal" en MVS 102.5