México ha tenido (¿o sufrido?) más de 60 presidentes a lo largo de su dos siglos como país. La cifra varía, pues hubo gobiernos paralelos y autoproclamaciones. Lo cierto es que basta con menos de uno de esos 60 presidentes para contar con un buen puñado de anécdotas curiosas.
Como era de esperar, uno de los presidentes con más anécdotas en su haber es Antonio López de Santa Anna. Fue muchas veces presidente de México. Un personaje tan siniestro como carismático. Fue artífice de rebeliones y golpes de Estado, pero en más de alguna ocasión, la gente lo llamó. Al parecer, su estilo desenfadado lo hacía muy popular lo que le permitía organizar ejércitos. Al final, su talante autoritario se reveló con toda su fuerza y se proclamó “Su Alteza Serenísima”.
Santa Anna era bebedor y aficionado a las peleas de gallos. Disfrutaba de feria de agosto en San Agustín de las Cuevas, hoy Tlalpan, CDMX. Se cuenta que, tras un día de parranda en el lugar, amaneció con una cruda de miedo. Cuenta la leyenda que una señora del pueblo le preparó un caldo de pollo y verduras muy picoso para mitigar la resaca. Nació así el caldo tlalpeño, condimentado con chipotle.
Te podría interesar
La leyenda seguramente es falsa. En realidad, el delicioso caldo tlalpeño es uno de los muchos hijos de los pucheros, caldos y cocidos virreinales que comemos los mexicanos, nietos a su vez de las ollas podridas españolas y de los pozoles mesoamericanos. Se trata de caldos con un sinnúmero de ingredientes: verduras, frutas, carnes de todo tipo, garbanzos, chiles, arroz. (Dicho sea de paso, ¿el caldo tlalpeño debe llevar queso o no?).
Lo que sí es cierto es que Santa Anna jugo un papel importante en la difusión del chicle. Luego de alguno de los desastre que Santa Anna provocó en México, el militar se exilió en Estados Unidos. Allí conoció a Thomas Adams, quien observó que Santa Anna mascaba una especie de resina que le llegaba del trópico. ¿Qué era eso? Se trataba de una goma natural que provenía del árbol de chicozapote, proveniente de Veracruz y Tabasco.
A Adams se le ocurrió endulzar la goma del chicle y añadirle sabores el regaliz. Era una oportunidad de negocio. Adams y su hijo comercializaron el producto: así nació “Chiclets Adams”.
Por cierto, nunca tiren chicle en la calle. La goma de mascar se pega al suelo y es muy difícil limpiarla. Las ciudades gastan un dineral retirando el chicle de las calles con agua a presión.
Sapere aude! ¡Atrévete a saber!
@hzagal
(Héctor Zagal y Óscar Sakaguchi, coautores de este artículo, son conductores del programa “El Banquete del Dr. Zagal en MVS 102.5 todos los miércoles a las 22:00 y los sábados a las 17:00)