La primera mitad del siglo XIX fue gran inestabilidad para el joven México. En 1841, Madame Calderón de la Barca, esposa del primer ministro plenipotenciario de España en México, escribió sólo dos años después de haber llegado al país: “en diecinueve años [de independencia] se han ensayado tres formas de gobierno y dos Constituciones, y la reforma de una de ellas está pendiente en las Cámaras. No hay nada como probar…”.
En este contexto, hubo rebeliones y batallas, cuyo resultado es, cuando menos, desconcertante.
La primera de ellas tuvo lugar el 21 de abril de 1836, en el río San Jacinto. Hablamos de la última batalla de la Guerra de Texas. Semanas antes, México había logrado victorias considerables en El Álamo, Encinal del Perdido y Goliad. De hecho, ya para mediados de abril, las tropas mexicanas se habían dedicado a perseguir a los rebeldes texanos que intentaban resguardarse en los Estados Unidos.
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Santa Anna comandaba una tropa que le pisaba los talones al ejército de Sam Houston, pero el 21 de abril de 1836, decidió pausar su marcha y descansar a las orillas del río San Jacinto. Algunos dicen que Santa Anna estaba esperando refuerzos. Otros que se confió. Como sea, ya en la noche, cuando la mayoría de los soldados mexicanos estaban dormidos y desarmados, los rebeldes texanos los acribillaron. Quienes no murieron, quedaron prisioneros y Santa Anna, prisionero también, terminó por retirar todas sus tropas y así perder Texas.
Once años después, un suceso similar tendría lugar en Saltillo. En febrero de 1847, en plena Intervención norteamericana, los ejércitos de Estados Unidos y México se enfrentaron en un paso de montaña conocido como La Angostura, entre San Luis y Saltillo. Por un lado, el general Taylor intentaba adentrarse en territorio mexicano; por otro, Santa Anna buscaba repeler a los yanquis.
Luego de algunos días de feroces combates, los mexicanos parecían tener la victoria, pero antes de efectuar el ataque decisivo, Santa Anna ordenó la retirada de su ejército. De igual forma, no se sabe por qué. Al parecer, los soldados estaban muy exhaustos y ya no tenían alimentos ni municiones. Esta hipótesis no tiene mucho sentido, pues algunos señalan que perfectamente pudo haber ido a Saltillo a remediar sus carencias y luego regresar.
La última de estas desconcertantes batallas ocurrió el 8 de septiembre de 1847, ya en los últimos momentos de la Intervención. El general Scott planeó atacar los edificios del Molino del Rey y Casa Mata al pensar que resguardaban en su interior importantes municiones. En realidad, no era así pero de todos modos se dio el combate.
Las tropas mexicanas no sólo defendieron con éxito estos edificios sino que también provocaron bajas considerables para el ejército estadounidense. Aun así, cuando tuvieron la oportunidad de dar el golpe final, no lo hicieron debido a que la caballería mexicana nunca llegó.
Santa Anna había dispuesto desde la noche anterior que la caballería esperaría en la Haciendo de los Morales hasta que se les diera la orden de atacar. Esa orden nunca llegó y resto de la historia es bien conocida por nosotros y la mitad del territorio que perdimos.
Sapere aude! ¡Atrévete a saber!
@hzagal
(Héctor Zagal y Óscar Sakaguchi, coautores de este artículo, son conductores del programa “El Banquete del Dr. Zagal en MVS 102.5 todos los miércoles a las 22:00 y los sábados a las 17:00)