Como los reyes de antes no pagaban predial ni hipoteca, se daban el lujo de tener residencias monumentales. Vivían en palacios con cientos de habitaciones, donde la opulencia muchas veces eclipsaba la intimidad.
Versalles era una ciudad bien conocida por los reyes de Francia debido a que ahí tenían un pabellón donde iban a cazar con sus delfines, los futuros soberanos franceses. Fue tan importante esta tradición real que Luis XIV, el Rey Sol, terminó remodelando dicho pabellón para hacerlo una especie de palacio de recreo.
En 1682, Luis XIV finalmente convirtió el palacio en la residencia principal de la Corte y del gobierno. No lo hizo porque se hubiera encariñado con el lugar. En realidad, buscaba tener a toda la aristocracia francesa bajo el mismo techo para que así se asegurara de que ninguno le jugara en contra.
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A la muerte del Rey Sol, el palacio quedó abandonado algunos años, hasta que su hijo, Luis XV, volvió a habitarlo y lo siguió remodelando. Años después, el auge de la construcción llegó junto con el sucesor de la corona, Luis XVI.
El Palacio de Versalles se volvió la sede de las reuniones sociales más costosas y extravagantes de Francia. Además, tenía un hermoso jardín, varios departamentos para los monarcas, 700 habitaciones, más de 2000 ventanas y aproximadamente 1800 hectáreas tan sólo de parque.
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Los banquetes eran todo un lío para todos. Probablemente quien más sufría era el mismísimo rey de Francia, pues se dice que la cocina estaba tan lejos de su asiento que la comida siempre le llegaba fría. Luis XIV prefirió evitarse esto y por ello siempre comía a solas en otros lugares del palacio. Luis XV construyó cocinas privadas en sus aposentos y el único que “aguantó” del todo este martirio fue Luis XVI. A lo mejor era el único al que le encantaba ver cómo los cortesanos le hacían reverencias a su platillo cuando pasaba frente a ellos.
En el caso de la Corona inglesa, las grandes residencias de la familia real son el Castillo de Windsor y el Palacio de Buckingham. El primero es castillo pues en sus orígenes, allá por el 1070, fungió como una fortaleza que edificó Guillermo el Conquistador para proteger el acceso occidental a Londres.
En cambio, el Palacio de Buckingham es palacio debido a que no se ideó como una fortaleza sino como un lugar para vivir cómodamente. El primer duque de Buckingham y Normanby, John Sheffield, lo construyó originalmente como un “pequeño hotel”. Claro, antes la palabra hotel tenía otro significado, más parecido al de una casa de campo. Lo de pequeño seguramente se debe a una percepción alterada de la realidad.
El rey Jorge III le compró la residencia al duque para convertirlo en un hogar para su esposa Carlota. No obstante, fue hasta tiempos de la reina Victoria que se volvió la residencia oficial de la monarquía.
En el caso del Castillo de Windsor, éste pasó por el dominio de muchos monarcas que le hicieron cientos de remodelaciones, pero fue también con la reina Victoria cuando se volvió la edificación central del Imperio británico.
El castillo vio crecer a la reina Isabel II y le sirvió como refugio durante la Segunda Guerra Mundial. Su ubicación geográfica lo hacía difícil de bombardear; además, se sabe que Hitler nunca quiso atacarlo directamente pues tenía intenciones de ocuparlo cuando se hiciera de Inglaterra. Por lo mismo, fue un lugar muy seguro para Isabel, quien, sin embargo, tuvo que dormir más de una vez en los sótanos del castillo. En 2021, se volvió la residencia oficial permanente de la reina, aunque no fue ahí donde murió sino en el Castillo de Balmoral, en Escocia.
La verdad no sé cómo sigan las cosas por allá. A la muerte de la reina Isabel, corté oficialmente mis relaciones con el nuevo rey y con la, muy a mi pesar, nueva reina.
¡Atrévete a saber! Sapere aude!
@hzagal