Cuando uno está enfermo, lo último que se pregunta es de dónde proviene el nombre de la enfermedad que padece. Por eso recomiendo que se haga este ejercicio cuando se está sano.
Empecemos, pues, por una enfermedad que todos conocemos: la gripe. Según el diccionario de Corominas, la palabra proviene del suizo-alemán “grüppi” y significa “agacharse” o “acurrucarse”, refiriéndose a los gestos que se hacen cuando se padece esta enfermedad. Nada más elocuente. Cuando uno está resfriado, uno se “hace bolita en la cama”. Algo parecido sucede con la chikunguña. El nombre de esta enfermedad transmitida por mosquitos proviene de la lengua africana makonde y significa “doblarse por el dolor”.
En el caso de la tos, hay una discusión sobre el origen de su nombre. Se sabe que proviene del latín “tussis”, pero no está claro por qué. La mayoría de los estudiosos sugieren que esta palabra tuvo un origen onomatopéyico, por lo que se generó al intentar replicar el sonido que se hacía al toser. Otros, seguramente los que hacen “cof, cof” y no “tuf, tuf” al toser, apuntan a que la palabra en realidad proviene del verbo latino “tundere”, que significa “golpear”.
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El cáncer también encuentra sus raíces en el latín, en donde significa “cangrejo”. Los antiguos advirtieron que los tumores que se formaban a causa de esta terrible enfermedad causaban que las venas a su alrededor resultaran afectadas y, en consecuencia, adoptaran una forma parecida a las tenazas de los cangrejos.
La diabetes y la diarrea son palabras parecidas, pues comparten parte de sus etimologías. Ambas tienen el prefijo griego “dia”, que significa “a través”. Sin embargo, mientras la diarrea alude al flujo que pasaba a través del vientre, la diabetes se refería al flujo de la orina excesiva que provoca esta enfermedad.
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Otras palabras tienen etimologías sencillas que, sin embargo, explican bastante bien su significado. Gangrena, por ejemplo, proviene del griego “gággraina”, que significa “putrefacción”. De igual modo, la palabra “úlcera” significa “herida” y viene del latín “ulcus”. ¿No han sentido una herida en el estómago después de una noche de parranda coronada con unos chilaquiles muy picosos? Una etimología quizá igual de curiosa como el padecimiento es la de la hipocondría.
Esta palabra remite al hipocondrio, una región anatómica que se ubica bajo las costillas, en el esternón. Antiguamente se pensaba que en esa misma región se almacenaban los vapores que provocaban las horrorosas enfermedades que tienen en cama. Sin embargo, después se comprobó que no existían dichos vapores. El término hoy se utiliza para referirse a la obsesión de asegurar que se padece una enfermedad grave sin tener fundamentos o sin haber asistido primero al médico. ¿Saben cuál es el epitafio en la tumba del hipocondríaco: “¿No que no?”
¡Atrévete a saber! Sapere aude!
@hzagal
(Héctor Zagal y Oscar Sakaguchi, coautores de este artículo, conducen el programa de radio “El Banquete del Dr. Zagal” en MVS 102.5)