Estamos en año electoral en México con todo lo que ello implica: acuerdos, alianzas, promesas, pactos, registros, divisiones, campañas, voces… A pesar de que la ley marca un periodo de pausa entre las agendas públicas de las candidatas y el candidato, en la práctica siguen en lo privado reuniones, coqueteos a diversas agendas que buscan atraer el voto, convencer a diversas facciones de electorado para acercar un mayor número de simpatizantes dudosos el día de las definiciones en las urnas.
Una de las poblaciones más abandonadas en el presente sexenio han sido las comunidades de la diversidad sexual a quienes este gobierno les ha quedado a deber desde medicamentos para tratamientos propios específicos: antirretrovirales, hormonales, apoyo psicológico, clínico hasta la cobertura de los Derechos Humanos desde el Estado hasta la práctica. Se cubrió con creces la cuota de representación en los órganos de gobierno al incluir en espacios institucionales a miembros de la comunidad lgbt+ y en las cámaras representantes de la diversidad sexual, pero en la protección de derechos vivimos un aumento del deterioro y violación a diversos de los logros del pasado: crímenes de odio a personas trans, violencia e impunidad en la impartición de justicia para esta población, invisibilidad por parte del Estado, etc.
Históricamente en nuestro país y varias latitudes del mundo, las agendas lgbt+ eran abanderadas por grupos civiles y políticos de izquierda quienes se pronunciaban a favor del reconocimiento de las demandas y luchas de estos grupos, pero el tiempo y el triunfo de estos representantes en las cúpulas de poder se han traducido en olvido, traición e inequidad. En nuestro país, desde hace 20 años que López Obrador fue jefe de gobierno de la Ciudad de México, detuvo y frenó todo avance de las minorías sexuales y de género en los Derechos Humanos y civiles, invisibilizó su presencia y ensordeció a las demandas, a pesar de haberlos acercado con cantos de sirenas a su movimiento en aquel momento abanderado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y ahora como presidente su animadversión se extiende a la mujeres feministas o lo que represente lucha de Derechos Humanos de género. Instalado en el silencio, el olvido, la sordera de un gobierno que simula ser democrático, incluyente y diverso; la crisis y violencia a mujeres a comunidad lgbt y los crímenes de odio han ido en aumento mientras la respuesta gubernamental es el silencio y la impunidad.
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Los temas de una agenda de diversidades sexo-genéricas no debe de ser ajena a las políticas públicas de cualquier sistema democrático de partidos, porque es trasversal, cruza la vida social, económica, de Derechos Humanos e ideológica de cualquier nación que no es autoritaria, aunque erróneamente se han creído banderas de las “izquierdas”, aunque la literatura histórica de las naciones populares nos han demostrado que no es así, el conservadurismo, los antiderechos es un asunto de personas no de ideologías partidistas. Esto lo saben las y los candidatos a la presidencia y a gobernar uno de los estados y municipios o representantes de los diversas que están en juego en las próximas elecciones en nuestro país más allá de su histórica ideología y bandera de Derechos Humanos que enarbolan o defienden. Están desesperados buscando llevar votos a sus partidos, prometiendo demás, con agendas personales que muchas veces no son las que el partido defienda, lo saben, pero atreven su promesa de cumplir la deuda pendiente de las comunidades de las diversidades lgbt. ¿Por qué habría de ser un panista o morenista quien ahora sí, enarbole “ahora sí” una política pública de diversidad sexual?... La oportunidad está en las cifras actuales, la necesidad en las calles y las promesas en las y los candidatos de elección popular y la verdad en nuestras manos. ¿Será diferente esta vez?
Abramos la discusión: @salmazan71