HÉCTOR ZAGAL

Bufones y nalgadas

La figura del comediante no sólo provoca risas y libera emociones; frecuentemente también ejerce la crítica social.

En las monarquías y gobiernos autocráticos, algunos comediantes tenían el privilegio convivir con los poderosos.
En las monarquías y gobiernos autocráticos, algunos comediantes tenían el privilegio convivir con los poderosos.Créditos: Foto: Pixabay
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El humor es algo más que entretenimiento. La figura del comediante no sólo provoca risas y libera emociones; frecuentemente también ejerce la crítica social. Los comediantes barajean las contradicciones sociales y desafían convenciones sociales. Con sus chistes, hablan de aquello que la sociedad invisibiliza.

En las monarquías y gobiernos autocráticos, algunos comediantes tenían el privilegio convivir con los poderosos. En el antiguo Egipto, por ejemplo, había personas con deformidades físicas que servían como bufones. Esa práctica era, sin duda extremada cruel. Quienes padecían acondroplasia (enanismo), podrían encontrar trabajo en la corte para entretener a los faraones y altos funcionarios. Su baja estatura los hacía especiales. Su dios protector era Bes, cuya figura era grotesca.

Es cierto que las mofas sobre el aspecto físico de los bufones, que solían padecer alguna deformidad o anomalía física, provocaban que no se les tomara en serio. Paradójicamente, eso les permitía cuestionar aspectos de la política y la sociedad, algo que otros miembros de la corte no se atrevía a hacer.

Algunos bufones ejercieron cierta influencia en reyes y emperadores. La Gran Muralla no se pintó gracias a que, Yu Sze, el bufón del primer emperador chino, le advirtió sobre el gran costo económico y humano de dicha tarea. Miles de obreros trabajaron en condiciones terribles construyendo la muralla; pintarla, hubiese sido aún más costoso para el pueblo

Un caso célebre es de Triboulet, bufón de Francisco I de Francia. Se cuenta que una vez, este bufón le dio una nalgada al rey. Al monarca no le pareció gracioso y se indignó. Le dijo al bufón que debía inventar una excusa ingeniosa para que no lo condenara a muerte. Triboulet no se la pensó dos veces y contestó: “Disculpe, Majestad, lo confundí con la reina”.  Nadie negó el ingenio del bufón, pero la fata de respeto a la esposa del rey, tampoco consiguió el perdón.

Finalmente, Francisco I se compadeció de él y lo dejó elegir la forma de su muerte. Triboulet respondió: “de viejo”. El rey sonrió y el bufón salvó su vida.

¡Atrévete a saber! Sapere aude!

@hzagal

(Héctor Zagal y Óscar Sakaguchi, coautores de este artículo, son conductores del programa “El Banquete del Dr. Zagal en MVS 102.5 todos los miércoles a las 22:00 y los sábados a las 17:00)