OPINIÓN JEZIRET GALLARDO

El Proceso de Astaná

El Proceso de Astaná liderado por Rusia ha supuesto un importante foro para hacer frente a la situación derivada de la guerra civil en Siria y que ha posicionado a Rusia como un mediador indispensable en la región.

La capital de Kazajistán, Astaná, ha sido la sede del Proceso de Astaná.
La capital de Kazajistán, Astaná, ha sido la sede del Proceso de Astaná.Créditos: Ministerio de Asuntos Exteriores de Kazajistán
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La capital de Kazajistán, Astaná, ha sido la sede del Proceso de Astaná, un foro internacional impulsado por Rusia en el cual líderes regionales dialogan para poner fin a la guerra en Siria. Este foro es parte de una estrategia con la que Rusia ha ganado parte del terreno que han dejado los Estados Unidos en el Medio Oriente y Norte de África (MONA) convirtiéndose en un mediador indispensable en la región. Pese a los avances que ha tenido el Proceso de Astaná a diferencia del Grupo de Acción para Siria de las Naciones Unidas, en la veinteava ronda de conversaciones que debían celebrarse entre el 20 y el 23 de junio, Kazajistán anunció el día de ayer el fin del Proceso de manera unilateral.

En 2017 Rusia lanzó el Proceso de Astaná como una manera de reorientar la estrategia de política exterior del país en la región MONA logrando una mayor influencia y convirtiéndose en un mediador indispensable. En ese año, un gran logro de Rusia fue conseguir que Türkiye e Irán se sentaran en la mesa de negociaciones y, aunque Estados Unidos también fue invitado a dialogar, su presencia no ha sido indispensable para hacer avanzar la iniciativa.

Si bien las Naciones Unidas en 2012 implantaron un mecanismo conocido como el Grupo de Acción para Siria para consolidar un frente común contra la violencia que iba en aumento en Siria durante aquel año, el Proceso de Astaná ha tenido mayor éxito en frenar la violencia en el país en menos tiempo gracias, en parte, a la participación de actores regionales y no únicamente de actores globales y solo algunos regionales, pero también a que las intenciones del Grupo de Acción para Siria fue visto por Bashar al-Assad como una amenaza a su régimen pues en el punto tres del Comunicado final del Grupo se lee lo siguiente:

“Los miembros del Grupo de Acción están comprometidos con el respeto de la soberanía […]de la República Árabe Siria. Están determinados a trabajar de forma urgente e intensa para […]facilitar la puesta en marcha de un proceso político dirigido por los propios sirios conducente a una transición que a su vez colme las aspiraciones legítimas del pueblo sirio y le permita decidir su propio futuro de forma independiente y democrática.”

Ahora bien, en esta nueva ronda de pláticas que iniciaron el 20 de junio, el objetivo era discutir la situación sobre el terreno, establecer una hoja de ruta para reconstruir los lazos entre Türkiye y Siria, comentar sobre los ataques israelíes a Damasco, entre otros temas; sin embargo, pese haber sido la sede durante varios años, Kazajistán propuso este miércoles de manera sorpresiva dar por concluidas las charlas de paz, a lo que Rusia propuso simplemente cambiar de sede pues la normalización de relaciones entre Türkiye y Siria es una pieza fundamental en la reconfiguración de las relaciones en la región.

Por supuesto, esta agenda –principalmente el punto relacionado con la reconstrucción de los lazos entre Türkiye y Siria— debe entenderse en el contexto en el que la mayor parte de los países de la región MONA intentan restaurar los lazos con Siria y su regreso a la Liga Árabe a inicios del mes de mayo y, a su vez, con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Irán en marzo. De hecho, el viceministro de relaciones exteriores de Kazajistán sostuvo su pronunciamiento sobre dar por terminado el Proceso de Astaná diciendo que el hecho de que Siria haya regresado a la Liga Árabe es un indicador de progreso y que pueden darse por concluidas estas charlas.

Cabe señalar que el Proceso de Astaná pasa por alto algo que para el Grupo de Acción para Siria constituye una crisis en sí misma, es decir, la necesidad de lograr una transición política que termine con el régimen de Assad. Sin embargo, tras agotar sus opciones para lograr la paz en Siria, tanto el Proceso de Astaná (Rusia) como la comunidad internacional (Estados Unidos) representada por el Grupo de Acción para Siria, han decidido centrarse más en eliminar a los grupos terroristas y en retornar a los refugiados a su país de origen a la vez que cada cual busca cuidar sus intereses en Siria.

En este sentido, y retomando que el Proceso de Astaná ha tenido un mayor impacto en Siria, debe resaltarse que un factor que ha impulsado el liderazgo ruso en la región MONA ha sido su capacidad para mantener una buena relación (o al menos estable) con actores antagónicos, por ejemplo, con turcos y kurdos o con sunitas y chiitas, lo que le permite un gran margen como negociador. Por su parte, Estados Unidos hizo alianzas rígidas con solo ciertos actores lo que, sumado al enfriamiento de su relación con la región después de su intervención en Irak, reduce su capacidad de negociación.

Pese a que Türkiye fue opositor del régimen de Assad al inicio de la guerra civil, en esta última reunión en Astaná la Declaración Conjunta enfatiza su fuerte compromiso con la unidad política y la integridad territorial de Siria, es decir, su condena a los grupos opositores, lo que supone un cambio radical en su posicionamiento, asunto que se ha anunciado desde hace un tiempo.

Lo que urge a la mayor parte de los países de la región –principalmente a Türkiye, quien acoge a millones de refugiados sirios en su país— es que en Siria existan las condiciones para el retorno de los refugiados a su país de origen, sin embargo, queda la duda de si Assad podrá garantizar la estabilidad y seguridad a mediano y largo plazo para la población civil que una década atrás fue atacada por su régimen.