Con el inicio de la Cuaresma arranca un desfile culinario que encuentra sus cúspide el Viernes Santo. La abstinencia de carnes rojas propicia una variedad de platillos que enriquecen la gastronomía de las culturas que siguen este preescripción ritual del catolicismo.
En la Ciudad México, ya sabemos cómo se pone la cosa. El Mercado de la Viga está a reventar el jueves y viernes santos. Los pescados y mariscos son la primera opción en la mesa de muchas familias mexicanas de clase media y alta. Otras opciones, más baratas, pero no menos deliciosas, son los chiles rellenos de queso y los huazontles capeados en caldillo de salsa morita. También tenemos el regreso de algunos platillos maravillosos como los romeritos con camarón seco y el bacalao. ¡Uff! ¿A alguien no se le antoja una torta de bacalao?
Después de estas fechas llega el domingo de Pascua y pasa algo curioso: nos damos cuenta de que los mexicanos no tenemos un platillo típico de Pascua. Al menos, yo no lo conozco. Hay muchas recetas en este día, pero ninguna es exclusiva del Domingo de Resurreción. Me refiero a alguna comida especial como, por ejemplo, los huevos de Pascua.
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No, los huevos de Pascua no son estadounidenses. Desde el inicio de la humanidad, el huevo ha sido símbolo de fertilidad y renacimiento. Según Regine Perdoud, como en la edad media el viernes santo el ayuno era muy estricto y no sólo no se podía comer carne, sino tampoco huevos, la gente recolectaba lo huevos que las gallinas ponían el viernes santa, los guardaban, los decoraban y se los comían cocidos el domingo de resurrección. Pero no fue sino hasta el siglo XIX que en las zonas de Alemania, Italia y Francia aparecieron los primeros huevos de chocolate con regalos en su interior.
Hasta hoy, en algunos países de Europa sigue habiendo familias que llevan sus huevos a la iglesia para bendecirlos y después degustarlos el Domingo de Resurrección. Incluso los papas suelen regalarlos. Tanto el papa Benedicto XVI como el papa Francisco lo hicieron en más de una ocasión. Y bueno, el Zar de Rusia regalaba huevitos Fabergé: de oro y piedras preciosas.
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En España los domingos de Resurrección se acompañan con monas de Pascua, un pastel dulce típico de Cataluña, que se decoraba con huevos cocidos. Se dice que su origen se remonta al siglo XVIII, cuando la tradición dictaba que los abuelos o padrinos debían regalar a su nieto o ahijado un pastel hecho con la misma cantidad de huevos que la edad del infante. El límite era los doce. En el siglo XIX, los huevos de gallina se cambiaron por huevitos de chocolate. ¿Mucho mejor, no?
Otro platillo parecido y no muy lejano es el folar de Pascua, en Portugal. Se trata también de un pastel dulce y seco, pero que lleva como relleno un huevo duro. El domingo de Pascua los niños van a las casas de sus padrinos y reciben este postre como regalo, pues simboliza la reconciliación, la unión y la amistad. El tope aquí son los dieciocho años, pero eso sí, los ahijados deben llevar un ramo de flores como retribución.
Con la riqueza gastronómica de nuestro país, nos da para hacer más de un platillo de Pascua. Les dejo esa tarea a los cocineros y chefs que estén leyendo este artículo. ¿Cuál es el platillo típico del domingo de Pascua en México?
Sapere aude!
@hzagal