OPINIÓN

Mi media naranja

El auténtico amor no convierte al otro en un objeto poseído.

Manos de una pareja.
Manos de una pareja. Créditos: Pexels
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El 14 de febrero está a la vuelta de la esquina, pero no se alarmen. Si aún no han conseguido a su “media naranja”, todavía quedan algunos días para ir en busca de aquella mitad quien, junto a uno mismo, forma un todo completo, íntegro y entero. 

Confieso que no soy muy fanático de esta idea. ¿Acaso una persona no puede llegar a estar completa por sí misma? ¿Dependemos de una pareja para dejar de estar “incompletos”? ¿La soltería es incompatible con la vida plena? Creo yo que cada quien es libre de vivir como mejor le parezca. Y si, dentro de esa libertad, el amor de pareja no es una opción, la vida no tendría por qué ser menos satisfactoria o plena. ¿Ustedes qué piensan?

Como sea, me imagino que a los enamorados sí les interesa esta expresión. A lles les cuento el origen de esta expresión. En el diálogo “El banquete” de Platón, uno de los conversadores, Aristófanes, cuenta un bellísimo mito. En la antigüedad, la humanidad estaba dividida en tres géneros: masculino, femenino y andrógino. Los humanos de este último género eran excepcionales por su fuerza y vigor. Tenían cuatro brazos, cuatro piernas, dos caras, dos órganos sexuales y un cuerpo de forma redonda. 

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Era tal su poder que los andróginos se sintieron capaces desafiar los dioses. Obvio, a Zeus no le enojó este desplante de soberbia. Los dioses decidieron castigar el orgullo de los andróginos de una manera contundente. Utilizando el rayo, Zeus los partió la mitad, convirtiéndolos en criaturas débiles.

Desde entonces, las mitades de estos seres buscan su otra mitad originaria y sólo se pueden dar con ella mediante el amor. El acto sexual, amoroso e intenso, rememora efímeramente esa unión originaria. Hasta acá el mito.

Pero hay algo que el andrógino en su estado original no podía experimentar: el auténtico amor de pareja. ¿Por qué? Porque para que el amor sea verdadero deber de existir eso: una entrega recíproca donde cada uno sale de sí mismo para entregarse al otro. Amar sin dominar. El auténtico amor no convierte al otro en un objeto poseído.

Si somos atentos al lenguaje, caeremos en la cuenta de que muchas palabras que se utilizan en para referirse coloquialmente al acto sexual contienen una buena dosis de cosificación o de violencia. “Coger”, por ejemplo, es sinónimo de agarrar. Otras como “joder”, “follar” o “fuck”, en inglés, aluden a destruir, a echar a perder, a arruinar algo. 

El amor de pareja, sin embargo, no es benevolencia ni beneficencia. No es un amor desinteresado. El amor de pareja sí espera algo a cambio: espera reciprocidad. Si una pareja se ama de verdad, quienes la constituyen buscarán el bien del otro. Mi pareja busca mi bien y busco el bien de mi pareja. La grandeza del amor de pareja radica en que, si bien puede cobijarse bajo el manto del matrimonio, ninguno está obligado a amar. El principio del amor de pareja es la libertad: nadie puede obligarme a amar y tampoco tengo derecho a exigir que la otra persona me ame. 

(Escrito con la colaboración de Oscar Sakaguchi)

@hzagal

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