Con los cambios a la Ley General para el Control del Tabaco, vender y consumir tabaco se vuelve más difícil. La verdad es que es un tema que, personalmente, me no me interesa ni me preocupa. Sólo una vez en mi vida me sentí atraído por un cigarro. Yo acababa de entrar a la secundaria. Mis padres, sin embargo, fueron lo bastante astutos como para quitarme las ganas. Me dijeron: “Fuma. Hazlo si quieres. Lo único que te puedes hacer es andar de gorrón pidiéndole a tus amigos. Si quieres fumar, te compras las cajetillas con tu domingo”. Y, bueno, si tenía permiso de fumar, ¿para qué fumar?
Tal vez mi historia sería diferente si el codo no me hubiera dolido tanto o si, en cambio, hubiera tenido la misma suerte que Moctezuma II. Bernal Díaz del Castillo relata en sus crónicas que los banquetes del 'Huey Tlatoani' eran todo un espectáculo. Le servían innumerables platillos en la mesa, le cantaban, le bailaban y, finalmente, le daban unos canutillos de oro rellenos de tabaco. Moctezuma los fumaba y después se quedaba dormido. ¡Ah que vida!
Si echamos un ojo a la historia, notaremos que el tabaco siempre ha sido muy popular en este territorio. Las poblaciones mesoamericanas lo utilizaban con tres fines concretos: para curar heridas o enfermedades, para ritos religiosos o para darse un gustito fumándolo. Los últimos dos a veces iban de la mano: en las ceremonias adivinatorias, se quemaban hojas de tabaco y los adivinos aspiraban el humo hasta caer inconscientes. Según lo que vieran durante su trance, era lo que los dioses presagiaban.
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En la Nueva España también se fumaba mucho. Lo suficiente como para que la Corona española emitiera una cédula real que formalizara el estanco del tabaco. En 1765, cuando la cédula llegó a la Nueva España, se consolidó un monopolio real sobre el cultivo, procesamiento y comercialización del producto
El cultivo de tabaco se concentró en Veracruz y, como el estanco fue un éxito, se construyó un edificio en la Ciudadela de la Ciudad de México en el siglo XVIII. Hoy en día, en el edificio se encuentra la Biblioteca “José Vasconcelos” y el Centro de la Imagen del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
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¿Han escuchado la expresión “chupó faros”? La frase, dicen, surgió entre la Revolución y la Guerra Cristera. A los que iban a ser fusilados, se les ofrecía un cigarro antes de ser ejecutados. Casi siempre les daban cigarros de la marca "Faros", pues eran muy populares y baratos. Como los condenados estaban amarrados de las manos, tenían que agarrar el cigarro con la boca y “chuparlo”.
Actualmente, la frase alude a la muerte. Y algo de verdad sigue teniendo. Fumar mata.
@hzagal
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