A orillas del río Huitzilapan, en el municipio de La Antigua, en Veracruz, crece un árbol magnífico; alto, robusto, de poderosas raíces y varios brazos. Los habitantes de La Antigua afirman que fue en ese árbol, una ceiba de 500 años, que Hernán Cortés amarró sus naves. Gracias a la extensa crónica de Bernal Díaz del Castillo, uno de los soldados que acompañaron a Cortés en la Conquista, sabemos que los españoles llegaron a tierra firme, en la actual costa de Veracruz, el Jueves Santo del 21 de abril de 1519. ¿A dónde llegaron las once naves lideradas por Cortés? ¿A La Antigua o al puerto de Veracruz? De acuerdo con los registros históricos, las once naves llegaron a una pequeña isla conocida, gracias a expediciones previas, como San Juan de Ulúa.
Bueno, los españoles no llegaron primero al poblado totonaca a orillas del río Huitzilapan, pero sí estuvieron ahí, ¿no? De acuerdo con Omar Ruiz Gordillo, historiador y antropólogo del INAH, las naves de Cortés simplemente no habrían podido entrar por el río. Aun tomando en cuenta el posible desarrollo del río Huitzilapan, sus crecidas y modificaciones en su ruta, parece que la ceiba donde, cuentan, Cortés amarró sus naves, siempre ha estado alejada del cauce del río. Ruiz Gordillo señala, además, que habría sido difícil que las naves de Cortés pasaran por la desembocadura del río Huitzilapan en el mar del Golfo de México. Se habrían necesitado otro tipo de naves, más ligera y planas.
Sin embargo, se tiene otro vestigio del paso de Cortés por el actual municipio de La Antigua: las ruinas de una casa de 22 habitaciones con un jardín en el centro, una noria y un horno que permanece casi intacto después de casi 500 años. La casa, de la cual sólo quedan cuatro habitaciones en pie, se habría construido hacia los años de 1523 y 1524, unos pocos años después de la caída de México-Tenochtitlán. Los guías de La Antigua, lugareños casi todos, cuentan que esta fue la primera casa de Hernán Cortés. Sin embargo, las investigaciones históricas señalan que la casa no era exclusiva de Cortés, sino que operaba como casa para españoles, bodega de armamento y, probablemente, refugio de esclavos negros. La casa, hecha de piedra volcánica, lastre, tabique y coral, unida gracias a una mezcla especial (baba de caracol, nopal, ostión, agua de mar, cal calcinada, concha de mar y miel de abeja) utilizada por los totonacas, es adornada actualmente por las raíces colgantes de varios árboles amate.
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Quizá la ceiba no sostuvo las naves de Cortés, ni los árboles amate crecen en las ruinas de la primera casa del conquistador español, pero el ahuehuete sí fue su árbol elegido para llorar, ¿no? El ahuehuete, árbol nacional desde 1921, es un árbol longevo de colosales dimensiones. Es originario de México, aunque crece también en algunas zonas del sur de Texas y del noroeste de Guatemala. Por lo general, los ahuehuetes crecen cerca de donde hay mucha agua, como un río. Pero volvamos a las lágrimas de Cortés. La historia nos cuenta que después de la muerte de Moctezuma (unos dicen que por una pedrada mexica, otros que por una espada española), la comitiva de Cortés (formada por españoles y tlaxcaltecas) permaneció resguardada en el palacio de Axayácatl. Todo iba bien hasta que empezó a ir mal: la comida se acababa y eran acosados por constantes ataques. Estaban rodeados, hambrientos y cansados. La situación no estaba como para guerrear una vez más. Por ello se decidieron a huir en la noche del 30 de junio de 1520. Aunque andaban con sigilo, los mexicas seguían sus pasos de cerca por la calzada de Tacuba. Tras una señal de batalla, los españoles fueron cubiertos por una lluvia de flechas. Cortés apenas se escapó, pero la derrota española de la llamada Noche Triste (hoy Noche Victoriosa) fue terrible para los españoles: muchos soldados murieron y se cree que el 90% del tesoro que llevaban se perdió en la laguna.
¿Lloró Cortés bajo un árbol? Bernal Díaz del Castillo nos dice que Cortés, junto con otros capitanes, llegó a “los patios de Tacuba” (sic). Después de tomar un poco de aire, los capitanes, junto con Cortés, cayeron en cuenta de que ya no tenían que esperar que llegaran más sobrevivientes; todos habían muerto ya. Ante esto, cuenta Díaz del Castillo, “se le saltaron las lágrimas de los ojos” (sic) a todos los capitanes. La crónica de Díaz del Castillo continúa con la huida hacia Cuautitlán siendo guiados los españoles por los tlaxcaltecas. Pero de un ahuehuete no dice nada. Aun así, lo tradicional es señalar al ahuehuete que se encuentra en la calzada Tacuba –o lo que queda de él, pues ha sido quemado en dos ocasiones– como el lugar donde Cortés lloró su derrota. Con todo, aún no hay un registro histórico del acontecimiento. Sólo tenemos una pintura del árbol realizada por José María Velasco y el nunca extinto rumor de que Cortés lloró a la sombre de un ahuehuete en Tacuba.
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Así, pues, quizás no hay ceiba, ni amate, ni ahuehuete, del que tengamos total certeza que vio de frente, retador y, quizá, burlón, a Hernán Cortés.
Karla Aguilar y Héctor Zagal, coautores de este artículo, conducen el programa de radio "El Banquete del Dr. Zagal"
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