Ayman al-Zawahiri, de origen egipcio, fue asesinado el pasado 31 de julio en Afganistán por las fuerzas estadounidenses con un dron de combate. La noticia le dio la vuelta al mundo rápidamente, pues se trataba del hombre que quedó al mando de Al-Qaeda tras el asesinato de Osama Bin Laden en 2011. Mientras Joe Biden presumía de este logro diciendo que “se había hecho justicia”, periodistas y especialistas alrededor del mundo recordaron y reflexionaron sobre otros ataques con drones que los Estados Unidos han hecho y que han resultado en catástrofes.
Era sábado por la noche en Washington cuando ya amanecía un nuevo día en la capital de Afganistán y, al-Zawahiri, quien estaba en la lista de “Los más buscados” de la CIA y del FBI, estaba en el balcón de su casa en una colonia rica de Kabul cuando fue asesinado por un dron estadounidense. Biden anunció al lunes siguiente de la “exitosa” operación y los medios no tardaron en esparcir la noticia.
Hay muchas interrogantes y reflexiones que surgen tras el asesinato de al-Zawahiri, pero una de las cuestiones sobre las que más se ha escrito en estos días y que se refleja en el énfasis de los titulares de las noticias, es sobre el uso de drones de combate. También Biden hizo énfasis en algo cuando compartió la noticia con el mundo y fue que no hubo “víctimas civiles” en el ataque de la CIA.
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Enfatizar sobre estos puntos es bastante apropiado pues, por una parte, como menciona Amnistía Internacional, los drones son una amenaza muy real y, por otra, en operaciones pasadas hechas con drones por los Estados Unidos, sí ha habido víctimas civiles.
En el libro de Grégoire Chamayou titulado “Una Teoría del Dron, el autor señala cómo es que estas armas han transformado a la guerra como la conocemos pues quien usa un dron, asesina sin la posibilidad de ser asesinado de manera que la guerra se vuelve unilateral y asimétrica.
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La presencia de drones incluso en zonas donde no hay una guerra en curso se ha vuelto común y, de acuerdo con Airwars, desde el año 2001, Estados Unidos ha asesinado a entre 22,000 y 48,000 civiles.
Aunque también debe decirse que, pese a que el primer país en utilizar drones de combate fue Estados Unidos en Afganistán en el año 2001, varias de las tácticas de asesinatos selectivos con drones –junto con otras tácticas militares de guerra urbana— fueron exportadas por Israel, segundo país en llevar a cabo ataques con drones en el año 2004. Eyal Weizman, arquitecto israelí que ha realizado investigaciones sobre las violaciones israelíes de los derechos humanos de los palestinos a través de la arquitectura y del urbanismo en Cisjordania, menciona que Israel ha convertido a Palestina en “el laboratorio más grande del mundo para la tanatotáctica aérea” y así Estados Unidos ha replicado algunas de estas tácticas de cacería humana en países como Afganistán, Pakistán, Somalia o Yemen.
Un caso muy emblemático del uso no exitoso de drones de combate por parte de los Estados Unidos fue precisamente en Afganistán, cuando en una operación en el año 2019 diez personas fueron asesinadas, entre ellas siete niños. El hecho fue calificado por el general estadounidense, Frank McKenzie, de “trágico error”, sin embargo, no hubo reparación de daños ni culpables que fuesen enjuiciados por estos crímenes.
Esa es otra “ventaja” para quien pica el botón que acciona el gatillo, el uso de los drones está redefiniendo el concepto mismo de guerra, pero también los espacios y el ethos militar con la idea de minimizar las bajas durante la cacería humana. Con un dron es posible vigilar y aniquilar desde miles de kilómetros de distancia bajo el cobijo de la “lucha contra el terrorismo”. El dron parece ser el arma por excelencia de los imperios modernos pues por definición, éstos actúan unilateralmente fuera de un orden de reglas o de los preceptos de las instituciones internacionales.
Los drones fueron llamados alguna vez “el arma más ética” durante la gestión de Barack Obama –quien era fan de los drones de combate—, pero los drones deshumanizan, las personas dejamos de ser de carne y hueso y nos convertimos en pixeles; son un arma silenciosa y vigilante, capaz de alejar la guerra de los imperios y acercarla al resto del mundo; de violar fronteras, soberanía y leyes.
Ayman al-Zawahiri (cuya fotografía e información al momento de la publicación de esta nota fue removida de las páginas de la CIA y el FBI por razones desconocidas) pudo ser uno de los autores intelectuales del 11-S, pero no tuvo acceso a un juicio en el que se le procesara por sus crímenes y, en su lugar, fue asesinado por Estados Unidos pese a que sus tropas se retiraron de Afganistán hace casi un año. Así, los drones muestran que también tienen esa capacidad de mantener presencia militar en un país sin tener un pie en éste.
Los talibanes, a través del portavoz oficial del Emirato Islámico de Afganistán, Zabihullah Mujahid,
condenaron que Estados Unidos invadiera su territorio y violara los principios internacionales
mediante esta operación con dron y dijo que en caso de que se repitan este tipo de acciones habrá
consecuencias pues, aseguran, en Afganistán no hay ninguna amenaza para los Estados Unidos ni
para ningún otro país.
Estados Unidos juega al mismo tiempo el papel de víctima y de héroe y, con los drones, sepropone a los asesinatos selectivos como la única manera de hacer justicia, mientras que losasesinatos de miles de civiles cometidos por Estados Unidos, Israel y otros países imperiales modernos siguen impunes.
Los valores de la guerra están cambiando, pero lo que no cambia es que lo que estos supuestos valores buscan es hacer aceptable e incluso glorioso el asesinato, por eso los militares estadounidenses coleccionan medallas. Como dice en la página de The Drones
Papers, “los drones son una herramienta no una política. La política es el asesinato”.
Jeziret Gallardo
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