“Día del chacalfest” leí como cabeza de la foto que acompañaba un twitter el día de ayer. Se trataba de una imagen de un grupo de jóvenes devotos a San Judas Tadeo que peregrinaban por reforma rumbo al templo de San Hipólito.
Chacal es un término muy utilizado entre la comunidad gay en México para referirse a un tipo de hombres de aspecto heteronormativo, indígena, tez morena, de cuerpo musculoso derivado de su trabajo y representan a la clase obrera, campesina o migrante. Dice el argot “el chacal es el amante que no se puede presumir con tus amigos – a lo que Carlos Monsiváis respondía, porque te lo bajan”.
Todas estas expresiones llevan implícitas formas normativas, sistémicas de la discriminación en México por color, por condición económica, social y de género, que entre la misma comunidad LGBTTTIQ se reproduce como un lenguaje “jocoso”, que
impide en la práctica cotidiana erradicar las conductas que más han dañado, violentado y estigmatizado la diversidad sexual, contribuyendo con tuits como el que leí, a legitimar relaciones de poder y dominación de unos grupos sociales sobre otros, y por consiguiente, hacer de manera inconsciente marcas de desigualdad étnico-raciales que refuerzan la racialización en nuestra sociedad.
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Es decir que preservamos y por consiguiente, refrendamos los conceptos conductuales de jerarquización social que se han impuesto como los correctos, los aceptados, los legítimos.
Los estudios recientes sobre desigualdad y oportunidades de desarrollo en México como el informe de “Por mi raza hablará la desigualdad” de OXMAN México, realizado en 2018 por Patricio Solís, Braulio Güémez y Virginia Lorenzo consideran que la base de la desigualdad en nuestro país, se alimenta por discriminación social y racismo del pasado, donde el lenguaje, las expresiones y términos que seguimos utilizando de forma sistémica refuerzan y condicionan las oportunidades o limitan el desarrollo de grupos sociales.
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Términos como raza y racial, es decir, atributos o desventajas desde el color de piel y la lengua definen para nuestra sociedad jerarquías que en muchos grupos sociales los consideran sustanciales o definitivos para ser y pertenecer.
Y aquí está el primer error e implícitamente, la primera condicionante discriminatoria: una realidad biológica con atributos genéticos que llamamos raza y nada más erróneo que pensar en superioridad de cierta o cual mezcla genética. Pero que en la práctica el equivocado concepto de raza adquiere dimensiones raciales al dar valor a la pigmentación y asociarlo con lo social: lengua, cultura, tradición, oportunidades.
Por ello, al aprobarse el matrimonio diverso en todo nuestro país, es un enorme paso al reconocimiento de las formas distintas de ser pareja, familia, sociedades desde el orden legítimo que otorga derechos y reconoce su presencia y la existencia, pero se
requiere ahora un ejercicio mayor en la práctica como es erradicar conceptos, conductas e ideologías sistémicas y normativas que seguramente, seguirán tensando la relación incluyente de los grupos de la diversidad sexogenérica en nuestro país violentando,
discriminando, impidiendo el libre desarrollo de las expresiones sexuales, de identidades diversas que deben caber en nuestro país desde un escenario de garantías de derechos humanos, de protección a la vida y oportunidades de coexistir en entornos sin riesgos.
Sociedad en general, personal de salud, autoridades ministeriales, civiles, instituciones académicas, prestadores de servicio, comunidades y pueblos originarios, comunidades religiosas, cuerpos policiacos, periodistas, dueños de empresas y servidores públicos, ¿estaremos capacitados, informados, reeducados para conducirnos en la inclusión, reconocimiento y respeto a las múltiples formas y expresiones de la diversidad sexual, de género como lo marcan los estatutos civiles de nuestras instancias con el reconocimiento de las uniones diversas?
Abramos la discusión: @salmazan71