La muerte de Abraham, un joven médico residente en Monterrey, por presunto acoso laboral, abrió el debate sobre lo que se vive al interior de las instituciones médicas y las personas encargadas de garantizar un entorno formativo seguro, ético y libre de violencia para quienes cursan una especialidad.
Fue así como esta semana el nombre del doctor Manuel Guerrero cobró relevancia, ya que se desempeñaba como jefe de Enseñanza en la Unidad Médica de Alta Especialidad (UMAE) No. 25 del IMSS, una posición clave dentro del esquema formativo de especialistas en el sector público.
La noche del martes, el Instituto Mexicano del Seguro Social confirmó que el médico dejó oficialmente su cargo.
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Como jefe de Enseñanza, Guerrero tenía bajo su responsabilidad la planeación académica de las residencias médicas y la evaluación del personal en formación. Su figura era central en la cadena institucional que articula a los residentes con las autoridades hospitalarias.
Por ello, su salida fue interpretada por muchos como una posible respuesta ante la presión social y médica que exige un alto a los abusos en el ámbito médico.
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El caso de Abraham: un suicidio que sacudió a la medicina en NL
El 1 de junio, Abraham, un médico de 27 años que cursaba el segundo año de la especialidad en Medicina Interna, fue hallado sin vida en su domicilio. Su fallecimiento conmocionó a colegas y trabajadores de la salud, que pronto comenzaron a denunciar públicamente los presuntos abusos a los que están sometidos muchos residentes.
Según testimonios recogidos en medios y redes sociales, Abraham era víctima de acoso laboral. Su pareja, Karime Orio, también residente del mismo hospital, aseguró que trabajaba bajo una dinámica de maltrato, sin horarios definidos, sin acceso a alimentos durante guardias de más de 36 horas y bajo presión constante.
Ella misma confesó haber intentado suicidarse en abril por la misma situación. Incluso participó en el podcast del reconocido influencer Mr. Doctor, para hablar públicamente de su experiencia.
