Las lluvias pronosticadas para los próximos días en Nuevo León podrían traer consigo una mejora en la calidad del aire, pero ¿qué tan cierto es que las precipitaciones realmente eliminan la contaminación?
Aunque muchos asumen que la lluvia actúa como un "filtro natural", debido a que la calidad del aire mejora después de la lluvia, un estudio investigó y reveló si es verdad que reduce la contaminación o si se trata de un mito. Aquí te decimos.
¿Cómo afecta la lluvia a la contaminación del aire?
Según un estudio del National Institutes of Health, la lluvia tiene un efecto moderado en la eliminación de partículas contaminantes, especialmente en aquellas de mayor tamaño. Las partículas PM 10, que incluyen polvo, hollín y polen, pueden reducirse en un 10 por ciento con una lluvia ligera y hasta en un 30 por ciento con una tormenta intensa.
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Sin embargo, la situación es diferente con las partículas más finas, conocidas como PM 2.5, que son más dañinas para la salud y provienen de la combustión de vehículos e industrias. Incluso una lluvia intensa solo logra arrastrar alrededor del 8.7% de estas partículas, lo que significa que la mayoría permanece en el aire.
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Además, los contaminantes no desaparecen por completo, sino que quedan atrapados en el agua de lluvia y pueden depositarse en el suelo, cuerpos de agua e incluso en superficies urbanas, contribuyendo a la erosión y afectando la infraestructura.
El viento: un factor clave en la limpieza del aire
Más allá de la lluvia, los vientos que suelen acompañar las tormentas juegan un papel fundamental en la dispersión de contaminantes. Las ráfagas pueden reducir temporalmente la concentración de partículas al moverlas a otras áreas, aunque esto no significa que desaparezcan, sino que simplemente se trasladan a otro punto.
La solución está en la prevención
Si bien las lluvias pueden generar una sensación de aire más limpio y fresco, no representan una solución definitiva para la contaminación. La única forma efectiva de mejorar la calidad del aire a largo plazo es reducir las emisiones contaminantes mediante regulaciones ambientales más estrictas, el uso de energías limpias y la adopción de hábitos sostenibles tanto a nivel gubernamental como ciudadano.