El Parque Fundidora, en la actualidad, es conocido por su popularidad entre deportistas, paseantes, turistas y amantes de los festivales de música. Sin embargo, su historia se remonta a 1900, cuando fue inaugurada como la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, consolidándose como un importante exponente industrial en Nuevo León y América Latina.
Durante casi 100 años, la Fundidora desempeñó un papel crucial en la industria, dando empleo a miles de neoloneses y contribuyendo al desarrollo industrial del país. En 1977, la empresa pasó a ser propiedad federal, pero en 1986, debido a dificultades financieras, la Fundidora cesó sus operaciones.
En 1989, el gobierno estatal adquirió los derechos del terreno y lo transformó en el Parque Fundidora, un proyecto ecológico que se convertiría en un ícono cultural y turístico. Un Plan Maestro, aceptado en julio de 1989, delineó la creación del parque, dando paso a otros proyectos, como el Centro de Exhibiciones (CINTERMEX), un Parque de Béisbol infantil, la restauración de edificios históricos como la Antigua Escuela Adolfo Prieto y la Recreativa Acero, la construcción de la Arena Monterrey, un hotel cinco estrellas, una feria de diversiones, un teatro al aire libre y un Archivo Histórico de Fundidora.
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La apertura de estos proyectos en 2001 marcó la transformación completa del Parque Fundidora, que fue declarado Museo de Sitio de Arqueología Industrial. Aunque su pasado industrial es innegable, hoy en día, el Parque Fundidora se erige como un espacio multifacético que fusiona historia, cultura y entretenimiento para el disfrute de la comunidad y los visitantes.
Tragedia enterrada y olvidada por Nuevo León
Uno de los eventos más trágicos en la historia industrial de Monterrey, es el fatídico accidente en el Horno 4 de la Fundidora. En 1971, un grupo de trabajadores se vio envuelto en una tragedia que dejó una profunda cicatriz en la memoria colectiva de la ciudad, pero que ha sido difuminado con el paso del tiempo.
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El suceso ocurrió mientras un grupo de trabajadores se esforzaba por transportar un perol de acero fundido, pesando 275 toneladas y a una temperatura superior a los 1,500 grados centígrados. En un giro inesperado, el perol chocó violentamente con una plataforma, desatando una cascada de 25 toneladas de acero fundido sobre los infortunados trabajadores.
El estruendo y los gritos de dolor resonaron en toda la planta y áreas cercanas. A pesar de los esfuerzos de sus compañeros por socorrerlos, las llamas y el metal fundido provocaron la muerte instantánea de 15 trabajadores, uno más un día después y nueve días posteriores, la última de las víctimas perdió la vida. Solo un hombre, identificado como Reyes Argüeyes, logró sobrevivir, gracias a que se demoró guardando la vasija de su comida.
Este trágico episodio marcó un antes y un después en la historia de la Fundidora de Monterrey.
Hoy, más de 50 años después, la Fundidora se erige como un espacio de esparcimiento y ecología, a pesar de los desafíos enfrentados por la sobreexplotación y la pérdida de áreas verdes. Miles de visitantes disfrutan de sus extensos terrenos, atractivos y de una historia que, aunque marcada por la tragedia, ha sido en gran medida olvidada con el tiempo.