La tragedia ocurrida en inmediaciones del Puente de la Concordia dejó al menos ocho víctimas mortales y más de 90 lesionados. Familias enteras cambiaron sus vidas en cuestión de segundos y la alcaldía quedó marcada por la desesperación.
La explosión de una pipa con casi 50 mil litros de gas alcanzó a estudiantes, trabajadores, maestros y vecinos que regresaban de la escuela o del trabajo. Muchos fueron sorprendidos en plena rutina cotidiana, sin imaginar que no volverían a casa.
¿Quiénes son las víctimas de la explosión en Iztapalapa?
Ana Daniela Barragán Ramírez tenía 19 años y estudiaba Ingeniería en la FES Cuautitlán de la UNAM. Fue alcanzada por las llamas en la calle. Su novio reveló que estaban a un mes de comprometerse y la comunidad universitaria la despidió con homenajes.
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Misael Cano Rodríguez, de 39 años, trabajaba en el servicio de limpia y también manejaba como chofer de aplicación. Murió en su vehículo cuando viajaba con su hija y su nieto de 18 meses, quienes permanecen hospitalizados en estado crítico.
Eduardo Noé García Morales era profesor de matemáticas en la Secundaria 53 de Iztapalapa. Tras su muerte, alumnos y padres montaron un altar en la escuela. Lo recuerdan como un maestro solidario y empático que siempre motivaba a sus estudiantes.
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Juan Carlos Sánchez Blas, de apenas 15 años, estudiaba en el CECyT 7 del IPN. Regresaba de clases cuando la explosión lo sorprendió en el puente. La comunidad politécnica prepara un homenaje con un último “Huélum” en su memoria.
Irving Uriel Carrillo “Tachi”, de 20 años, era apasionado del fútbol y jugaba en el equipo Lobos EFAR. Con quemaduras en el 95% del cuerpo, no logró sobrevivir. Sus amigos lo recuerdan como alegre y bromista.
También se reportaron las muertes de Oscar Rubén Uriel Cisneros, de 58 años, quien estaba hospitalizado; Carlos Iván Contreras, de 29 años, en situación vulnerable; Juan Antonio Hernández Betancourt y una joven de 25 años aún no identificada.
La explosión en Iztapalapa no solo dejó una marca en la ciudad, también arrebató vidas de estudiantes, trabajadores y vecinos comunes que soñaban con volver a casa. Hoy sus historias ponen rostro humano al dolor y la indignación que dejó esta tragedia.