La reciente disculpa pública del ex titular del Instituto Nacional de Migración, Francisco Garduño, en respuesta a una orden judicial por el incendio en una estación migratoria, ha dejado a las víctimas con un sabor amargo. Paris Lezama, director de operaciones de El Pozo de Vida, analizó cómo esta acción, percibida como una obligación legal más que un reconocimiento sincero, profundiza el sentimiento de defraudación entre
El eco de una disculpa pública resonó la semana pasada, pero para las víctimas del trágico incendio en una estación migratoria, su sonido fue hueco. Quien fuera el titular del Instituto Nacional de Migración (INM) ofreció un pronunciamiento que, lejos de sanar heridas, ha reabierto el debate sobre la verdadera esencia de la reparación y el reconocimiento.
Paris Lezama, director de operaciones de El Pozo de Vida, ofreció una perspectiva crucial sobre el sentir de los afectados, quienes perciben esta disculpa como una imposición legal, desprovista de la carga moral que esperaban.
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La disculpa: ¿Reconocimiento o cumplimiento?
La disculpa, emitida en un contexto neutral – "en el museo de la Ciudad de México, con un fondo totalmente blanco, sin ningún logo, donde solamente decía disculpa pública" – ya levantaba sospechas. Según Lezama, en entrevista con Pamela Cerdeira, esta puesta en escena es un claro indicio de que "no hay un respaldo institucional de la disculpa". La ausencia de logos del INM o del Estado mexicano es un detalle significativo que las víctimas no pasan por alto.
El ex titular del INM inició su discurso aclarando que la disculpa era "en respuesta a una orden judicial de otorgarla". Esta frase, lejos de generar empatía, ha sido un detonante de la frustración. "O sea, no es no es una disculpa por un reconocimiento, es una disculpa por una orden judicial, ¿no?", subrayó Lezama, capturando el sentir de los afectados. Esta percepción de obligación legal, más que de un arrepentimiento genuino, es lo que ha generado una profunda molestia.
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El sentir de las víctimas: entre la decepción y la exigencia de sinceridad
Las víctimas, que han sufrido "consecuencias permanentes" en su "salud física, mental, cognitiva y emocional", esperaban un reconocimiento que trascendiera lo meramente formal. La disculpa, aunque reconoce que "estos hechos son inaceptables y su reproche en lo sucedido toda vez que ocasionó modificaciones a sus proyectos de vida", no logra conectar con la necesidad de un arrepentimiento sincero.
"Esto evidentemente incomoda muchísimo a las víctimas, porque justamente el reclamo es, 'Entonces lo estás haciendo por una orden que te lo de un juez, porque te obligan. No es porque realmente estés reconociendo que hicieron daño y que estuvo mal, ¿no?'", explicó Lezama.
Esta cita textual encapsula la esencia de la decepción. La disculpa pública, un mecanismo previsto en la Ley General de Víctimas para violaciones de derechos humanos, debería ser un acto de reconocimiento del daño, no una mera formalidad impuesta.
La ausencia de un respaldo institucional y la carga moral
Lezama enfatizó que, aunque el ex titular del INM fue el responsable en el momento de los hechos, la falta de logos institucionales en la disculpa es un punto crítico. "Con que hubieran puesto los logos entendemos que es algo institucional, pero no", señaló. Esto refuerza la idea de que la disculpa es un acto individual, no un reconocimiento del Estado mexicano como institución.
"En este momento muchas víctimas eh pues se sienten defraudadas con esta con esta disculpa por el hecho de que pues pareciera que es más una obligación legal que una obligación moral, que es la esencia de la disculpa pública", concluyó Lezama. La disculpa, en lugar de cerrar un ciclo de dolor, ha dejado a las víctimas con la sensación de que la justicia se ha limitado a un cumplimiento formal, sin abordar la profunda necesidad de un reconocimiento humano y moral.
