Hay señales que no se pueden ignorar, y hoy la OMS enciende una de las más fuertes, donde, enfermedades que dábamos por controladas están regresando; no por falta de ciencia, sino por la erosión de algo más frágil y determinante: la confianza hacia la vacunas.
Mientras la desinformación avanza más rápido que cualquier virus, expertos internacionales advierten que el mundo corre el riesgo de retroceder décadas en prevención.
La desinformación está debilitando la inmunización mundial
En una conferencia reciente, Kate O’Brien, directora del Departamento de Inmunización, Vacunas y Biológicos de la Organización Mundial de la Salud, lanzó una advertencia contundente.
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Según explicó, la desconfianza hacia las vacunas está detrás del resurgimiento de brotes como los de difteria y está allanando el camino para que aumenten los casos de neumonía y meningitis. Para la funcionaria, la tendencia es evidente: si la percepción pública continúa deteriorándose, el mundo “volverá hacia atrás en la prevención de enfermedades mortales”, aun cuando existen herramientas seguras y científicas para evitarlas.
Sarampión y poliomielitis: dos señales del retroceso
O’Brien también enfatizó que la falta de confianza ha contribuido a que el sarampión registre un incremento alarmante: 800 mil casos más que en 2019. La persistencia de la poliomielitis —que se esperaba erradicar en 2025— es otro indicador del impacto que tiene la renuencia a vacunarse en ciertos sectores de la población. Para la OMS, estas cifras no solo son preocupantes: son un síntoma directo de un sistema de inmunización que enfrenta obstáculos inéditos.
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El rol crucial de líderes sociales y gobiernos
La funcionaria insistió en que la batalla no es solo médica, sino también informativa. En un contexto donde los rumores se propagan con la misma velocidad que los contagios, O’Brien llamó a líderes sociales, religiosos y políticos a difundir información verificada y basada en evidencias, especialmente en comunidades donde la duda sobre las vacunas se ha fortalecido.
También pidió a los gobiernos locales evitar la politización de la salud pública y diseñar programas basados en la mejor evidencia científica disponible. Para la OMS, mezclar decisiones sanitarias con agendas políticas representa un riesgo mayor para la protección de la población.
