ARTE

Del robo de la Mona Lisa al asalto de las joyas de Napoleón: La historia de los golpes al Louvre y el mayor atraco de arte del mundo

El Louvre sufrió un audaz asalto este 19 de octubre, donde un comando robó nueve piezas de las Joyas Napoleónicas. Este golpe de alta tecnología es el más grande en la historia reciente del museo, comparable solo con el robo de la Mona Lisa.

Del asalto de 1911 al robo de las Joyas Napoleónicas de 2025: la historia de los golpes al Louvre y los atracos más audaces en la historia del arte.
Del asalto de 1911 al robo de las Joyas Napoleónicas de 2025: la historia de los golpes al Louvre y los atracos más audaces en la historia del arte.Créditos: EFE
Escrito en MUNDO el

En la quietud de una mañana parisina de este 19 de octubre, la rutina de la ciudad de la luz fue abruptamente interrumpida. El Museo del Louvre, el más visitado del mundo y un bastión de la cultura universal, no abrió sus puertas. En su lugar, un cordón policial y el frenesí de los medios de comunicación recibieron a las multitudes de turistas desconcertados. La noticia se extendió con la velocidad de un incendio: el Louvre había sido víctima de un "robo de película". Un comando de ladrones había penetrado sus defensas y se había llevado un tesoro de valor incalculable.

Este audaz asalto no fue un hecho aislado, sino el capítulo más reciente en una larga y dramática historia de vulnerabilidad. El incidente obliga a plantear una pregunta fundamental: ¿cómo es posible que una fortaleza cultural que alberga algunos de los mayores logros de la humanidad siga siendo un objetivo viable para el crimen? La respuesta yace en una crónica de audacia, ingenio y, en ocasiones, de una simplicidad desconcertante. Para comprender la brecha de seguridad de 2025, es necesario examinar los robos que han marcado la historia del museo, especialmente el legendario hurto que transformó a una de sus obras en un ícono global. Y para medir la verdadera magnitud de esta amenaza, es imperativo mirar más allá de París, hacia el mayor atraco de arte de la historia: un misterio de 500 millones de dólares que, a día de hoy, sigue sin resolverse.

El Louvre bajo asedio: Crónica de los robos que marcaron su historia

El Louvre no es solo un museo; es un símbolo del patrimonio mundial. Sin embargo, su prestigiosa colección lo ha convertido en un objetivo perpetuo. A lo largo de su historia, ha enfrentado desde hurtos oportunistas hasta operaciones criminales de alta sofisticación, cada uno revelando tanto sobre las debilidades de la institución como sobre la evolución del propio arte del robo.

El golpe del siglo XXI: El audaz robo de las joyas de Napoleón

La operación del 19 de octubre fue una demostración de planificación meticulosa y ejecución impecable. Lejos de ser un acto impulsivo, fue un asalto de precisión quirúrgica. Un grupo comando, compuesto por tres o cuatro individuos, aprovechó una zona de obras en la fachada del museo que da al río Sena para montar su incursión. Utilizando una plataforma elevadora o una grúa, los ladrones, que fingían ser obreros, evitaron las entradas principales y accedieron directamente a su objetivo: la suntuosa Galería de Apolo.

Una vez dentro, el tiempo era esencial. En un lapso asombrosamente breve, estimado entre cuatro y siete minutos, el equipo neutralizó las vitrinas de seguridad, utilizando una cortadora de disco para acceder a las joyas. Su botín consistió en nueve piezas históricas pertenecientes a la colección de Napoleón y a las Joyas de la Corona Francesa. Tras asegurar los objetos, huyeron de la escena en motocicletas, desapareciendo en el entramado de calles parisinas antes de que se pudiera organizar una respuesta efectiva.

El valor de lo robado fue inmediatamente calificado por el ministro del Interior de Francia, Laurent Nuñez, como de "valor incalculable" y "valor patrimonial e histórico inestimable". Aunque las autoridades no detallaron la lista completa de las nueve piezas sustraídas, se confirmó que el objetivo era la colección de las Joyas de la Corona Francesa, que incluye diamantes legendarios como el 'Regente' y el 'Sancy'.

En medio del caos y la investigación subsiguiente, surgió un detalle crucial. Una de las joyas fue encontrada rota en las inmediaciones del museo poco después del robo: se trataba de la corona de la emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III. Aparentemente, los ladrones la dejaron caer en su precipitada huida. Este hallazgo, aunque parcial, ofreció a los investigadores una pista tangible y un atisbo de la posible imperfección en una operación por lo demás impecable. El museo permaneció cerrado por "razones excepcionales" mientras la Fiscalía de París abría una investigación por "robo en banda organizada".

Este asalto representa una evolución dramática en la naturaleza de los robos de arte. Ya no se trata del ladrón solitario que se escabulle por los pasillos, sino de una operación de tipo paramilitar que requiere una planificación sofisticada, equipo pesado y un conocimiento profundo de las vulnerabilidades del objetivo. El uso de una grúa y una cortadora de disco sugiere un "reconocimiento previo" exhaustivo, posiblemente con información interna. Este método de "golpe y fuga" de alta velocidad está diseñado para abrumar los sistemas de seguridad modernos antes de que puedan reaccionar eficazmente.

Además, la naturaleza del botín plantea preguntas complejas sobre el móvil del crimen. Las Joyas de la Corona Francesa son piezas únicas e instantáneamente reconocibles, lo que las hace prácticamente invendibles en cualquier mercado, ya sea legítimo o negro. Esta realidad sugiere que los ladrones no buscaban una simple ganancia monetaria a través de la reventa. Las posibilidades apuntan a un robo por encargo para un coleccionista privado sin escrúpulos, un intento de extorsionar a las autoridades francesas para obtener un rescate, o la intención más destructiva de desmantelar las joyas para vender sus gemas y metales preciosos por separado. La corona rota y abandonada podría indicar una huida caótica, pero también podría sugerir que el valor histórico del objeto era secundario al valor material de sus componentes.

El robo que creó un ícono: La desaparición de la Mona Lisa en 1911

Más de un siglo antes del asalto de alta tecnología a la Galería de Apolo, el Louvre sufrió un robo de una simplicidad legendaria que, paradójicamente, catapultaría a una de sus pinturas a la fama mundial. El 21 de agosto de 1911, un lunes en que el museo estaba cerrado al público, la Mona Lisa de Leonardo da Vinci desapareció de su lugar en el Salón Carré.

El autor del hurto fue Vincenzo Peruggia, un carpintero italiano que había trabajado en el Louvre y conocía sus rincones y rutinas a la perfección. Su familiaridad con el edificio era tal que había participado en la instalación de la vitrina de cristal que protegía la obra. Impulsado por un fervor patriótico equivocado, Peruggia creía que la pintura había sido robada de Italia por Napoleón y que su deber era devolverla a su tierra natal. Esta creencia era históricamente incorrecta, ya que el propio Leonardo había llevado la obra a Francia y la había vendido al rey Francisco I.

El método de Peruggia fue audaz por su sencillez. Se escondió en un armario del museo la noche anterior. A la mañana siguiente, vestido con el blusón blanco que usaban los empleados, simplemente descolgó el cuadro de la pared, lo llevó a un hueco de escalera, separó la tabla de su pesado marco y salió del museo con la obra maestra oculta bajo su ropa. El robo no fue descubierto hasta el día siguiente, cuando un artista que había ido a copiar la pintura encontró la pared vacía.

La desaparición de la Gioconda desató una tormenta mediática sin precedentes y una investigación a gran escala. Durante dos años, la pintura permaneció oculta en el modesto apartamento de Peruggia en París. El caso se convirtió en una sensación internacional. De manera fascinante, el Louvre experimentó un aumento récord de visitantes, con multitudes que acudían en masa solo para contemplar el espacio vacío que había dejado el cuadro, un testimonio del poder de la ausencia.

La resolución del caso llegó en 1913. Peruggia, habiendo llevado la pintura a Italia, intentó venderla a un comerciante de arte en Florencia. El comerciante, Alfredo Geri, director de la Galería de los Uffizi, reconoció la obra, fingió interés y alertó a las autoridades. Peruggia fue arrestado y la Mona Lisa fue recuperada. Antes de su regreso a Francia, la pintura fue exhibida triunfalmente por toda Italia, lo que no hizo más que aumentar su nueva fama. Fue devuelta al Louvre en 1914, ya no solo como una obra maestra del Renacimiento, sino como un ícono cultural global.

El robo de 1911 es el ejemplo más claro de cómo un acto criminal puede transformar radicalmente el estatus cultural de una obra de arte. Antes de su desaparición, la Mona Lisa era una pintura muy respetada, pero no gozaba de la fama estratosférica que tiene hoy. Fue su ausencia, el misterio que la rodeó y la cobertura mediática masiva de su robo y recuperación lo que la grabó en la conciencia colectiva mundial. La historia de su robo se convirtió en una parte inseparable de su identidad, añadiendo una capa de drama y leyenda a su enigmática sonrisa.

Además, el motivo de Peruggia, aunque basado en una premisa falsa, toca un tema más profundo en la historia del Louvre: la delgada línea entre el robo y el expolio. Las colecciones del museo se enriquecieron significativamente durante las campañas napoleónicas, cuando innumerables obras de arte fueron confiscadas de toda Europa y llevadas a París como botín de guerra. Muchas de estas piezas, como el panel central del Políptico de Gante, fueron finalmente devueltas tras la caída de Napoleón. Este contexto histórico permite diferenciar entre el acto criminal de un individuo como Peruggia y el saqueo sancionado por el Estado, añadiendo una capa de complejidad a la procedencia de los tesoros que alberga el museo.

EFE

El mayor atraco de arte de la historia: El misterio sin resolver del Museo Isabella Stewart Gardner

Para encontrar el mayor robo de arte de la historia en términos de valor monetario, hay que viajar de París a Boston. En la madrugada del 18 de marzo de 1990, el Museo Isabella Stewart Gardner se convirtió en el escenario de un crimen tan audaz y devastador que, más de tres décadas después, sigue siendo una herida abierta en el mundo del arte.

81 minutos que vaciaron un museo

Poco después de la 1 de la madrugada, tras las celebraciones del día de San Patricio, dos hombres vestidos con uniformes de policía se presentaron en una entrada lateral del museo. Le dijeron al guardia de seguridad nocturno a través del intercomunicador que estaban respondiendo a una llamada por disturbios. El guardia, rompiendo el protocolo, les permitió la entrada.

Una vez dentro, los falsos policías revelaron sus verdaderas intenciones. Sometieron rápidamente a los dos guardias de servicio, los esposaron y los llevaron al sótano, donde los ataron con cinta adhesiva y los dejaron maniatados a unas tuberías. Con el museo bajo su control, los ladrones se tomaron su tiempo. Durante los siguientes 81 minutos, un lapso de tiempo extraordinariamente largo para un atraco, se movieron con libertad por las galerías. Los detectores de movimiento registraron sus pasos mientras se dirigían a salas específicas. De forma brutal, cortaron varias de las obras maestras directamente de sus marcos, un acto que horrorizó a los conservadores. Hicieron dos viajes a su vehículo para cargar el botín antes de desaparecer en la noche, dejando tras de sí un silencio que perdura hasta hoy.

EFE

Un botín de 500 millones de dólares: Las obras maestras desaparecidas

El botín que los ladrones se llevaron fue asombroso. En total, sustrajeron 13 obras de arte. Entre ellas se encontraban piezas de un valor cultural y artístico inmenso: El concierto de Johannes Vermeer, una de las aproximadamente 36 pinturas conocidas del maestro holandés y considerada la obra de arte robada más valiosa del mundo ; y tres obras de Rembrandt, incluido su único paisaje marino, Cristo en la tormenta en el mar de Galilea. La lista también incluía importantes obras de Édouard Manet y Edgar Degas, un antiguo vaso de bronce chino y un remate de águila napoleónica.

El valor total de las obras robadas se estima en más de 500 millones de dólares. Esta cifra convierte al atraco del Gardner no solo en el mayor robo de arte de la historia, sino en el mayor robo de propiedad privada jamás registrado.

EFE

Tres décadas de silencio: La búsqueda y los marcos vacíos

A pesar de una de las investigaciones más largas y exhaustivas en la historia del FBI, el crimen sigue sin resolverse. Ninguna de las 13 obras ha sido recuperada. A lo largo de los años, el FBI ha seguido pistas que apuntaban a la mafia de Boston y a figuras del crimen organizado, llegando incluso a identificar a los presuntos ladrones, quienes murieron poco después del atraco. Sin embargo, el rastro de las obras de arte se desvaneció.

El museo ofrece una recompensa de 10 millones de dólares por información que conduzca directamente a la devolución segura de las obras, pero hasta ahora, la oferta no ha dado resultados. El misterio persiste, alimentando documentales, libros y especulaciones interminables.

En un gesto de duelo y esperanza, y en cumplimiento del testamento de la fundadora del museo, Isabella Stewart Gardner, los marcos vacíos de las pinturas robadas siguen colgados en sus lugares originales en las paredes de las galerías. Se han convertido en un poderoso y conmovedor recordatorio de la pérdida, un monumento a las obras maestras ausentes y un símbolo de la esperanza de que algún día puedan regresar.

La duración del robo, 81 minutos, es una de las claves más desconcertantes del caso y sugiere un nivel de preparación y confianza extraordinario. La mayoría de los atracos a museos duran apenas unos minutos para minimizar el riesgo de ser capturados. El hecho de que los ladrones se tomaran tanto tiempo y realizaran dos viajes a su coche implica que sabían que los sistemas de alarma del museo no alertaban directamente a la policía y que no tenían prisa. Este conocimiento íntimo de los protocolos de seguridad ha llevado a muchos investigadores a creer que contaron con ayuda interna o, como mínimo, con información muy detallada proporcionada por alguien de dentro. Esta teoría se ve reforzada por el hecho de que un alto porcentaje de los robos en museos involucran a personal interno.

Asimismo, la decisión de dejar los marcos vacíos en las paredes es una declaración curatorial y emocional de una fuerza inmensa. En lugar de intentar llenar los huecos, el museo ha optado por convertir la ausencia en una presencia tangible. Los marcos vacíos no son solo un recordatorio del crimen; son una parte activa de la experiencia del visitante, transformando el museo en un memorial viviente de la pérdida cultural. Este acto de recuerdo institucionaliza la esperanza de la recuperación y se niega a permitir que las obras maestras robadas sean olvidadas, convirtiendo a cada visitante en testigo del misterio sin resolver.

EFE

Comparativa de grandes robos de arte

Para contextualizar y contrastar los detalles de los atracos analizados, aquí el resumen de los datos clave de cada uno, destacando las diferencias en método, escala y resultado.

Robo de la Mona Lisa (Louvre)

  • Fecha: 21 de agosto de 1911
  • Botín principal: 1 pintura (Mona Lisa de da Vinci)
  • Valor estimado: Incalculable (cultural)
  • Método: Engaño simple (un solo hombre, ex-empleado)
  • Duración del robo: Minutos
  • Estado de recuperación: Recuperada (1913)

Robo de las Joyas Napoleónicas (Louvre)

  • Fecha: 19 de octubre de 2025
  • Botín principal: 9 piezas de las Joyas de la Corona Francesa
  • Valor estimado: "Incalculable" (patrimonial)
  • Método: Asalto de alta tecnología (equipo, grúa, herramientas)
  • Duración del robo: 4-7 minutos
  • Estado de recuperación: Parcialmente recuperado (1 corona, rota)

Robo del Museo Gardner

  • Fecha: 18 de marzo de 1990
  • Botín principal: 13 obras de arte (incl. Vermeer, Rembrandt, Manet)
  • Valor estimado: Más de 500 millones de dólares
  • Método: Engaño sofisticado (falsos policías, control del recinto)
  • Duración del robo: 81 minutos
  • Estado de recuperación: No recuperado (ninguna pieza)
EFE

El eco eterno del arte robado

La historia de los robos de arte es una crónica de audacia, pérdida y, a veces, redención. Los casos del Louvre y del Museo Isabella Stewart Gardner, aunque diferentes en su ejecución y resultado, revelan una verdad universal: el robo de una obra de arte no es simplemente un crimen contra la propiedad, sino un ataque a la memoria y el patrimonio colectivo de la humanidad.

El Louvre, a pesar de haber sido violado tanto por el método más simple como por uno de los más sofisticados, representa una historia de resiliencia. La Mona Lisa regresó, su fama amplificada por su aventura. Incluso en el audaz robo de 2025, una pieza del botín fue recuperada casi de inmediato, ofreciendo un destello de esperanza en medio de la crisis.

En marcado contraste, el atraco del Gardner representa la pérdida absoluta, un vacío que el tiempo no ha podido llenar. El misterio de las 13 obras maestras desaparecidas es una herida que sigue supurando, un recordatorio constante de que algunas pérdidas pueden ser permanentes. Los marcos vacíos en Boston son quizás el testimonio más elocuente del impacto de estos crímenes. No son solo un espacio en la pared; son una pregunta sin respuesta, una historia sin final.

Estas historias nos fascinan porque trascienden el simple acto criminal. Son dramas humanos que entrelazan el genio artístico, la historia, la ambición y el misterio. Nos recuerdan la fragilidad de nuestro legado cultural y la batalla constante para protegerlo. Mientras la corona rota de una emperatriz yace en una sala de pruebas en París y los marcos vacíos esperan en Boston, el eco del arte robado resuena, recordándonos el valor incalculable de lo que se ha perdido y la esperanza perdurable de que algún día pueda ser encontrado.