Actualmente, es común escuchar sobre casos de personas que tienen miedo de envejecer. Es real y tiene un nombre: se llama gerascofobia, literalmente el miedo a envejecer como parte de un peligro real o imaginario. Puedes llegar a sentirte deprimida ante determinados sucesos que marcan tu edad como, por ejemplo, la aparición de la primera cana o el descubrimiento de líneas de expresión en tu rostro.
Quien tiene esta fobia puede tener diferentes pensamientos obsesivos en torno al tema e incluso afectar de manera seria su calidad de vida.
“Cumplir 30 años se siente como un frío recordatorio de que quedo sin tiempo para importar en los ojos de la sociedad, y es indignante”, escribió recientemente la modelo Cheslie Kryst en su última publicación de Instagram, tras lo cual tomó la decisión de suicidarse.
Decía que cada vez que afirmaba que cumpliría 30 años, se estremecía porque creía que la sociedad nunca ha sido amable con los que se están poniendo viejos.
La salud mental es tan importante como la física, por eso hoy te hago un llamado a que si presentas algún síntoma al respecto, acudas a un especialista de salud para que realice un diagnóstico y un tratamiento acorde. Considera que una prescripción a tiempo es lo mejor para tratar este tipo de padecimientos, no lo sufras en silencio.
Es importante señalar que este miedo impulsa a desarrollar comportamientos obsesivos relacionados con mantenerse joven, así como conductas en las que se evita el contacto con personas mayores o todo lo que pueda ser signo de envejecimiento.
Como cualquier otra fobia específica, frente al tema, en esta se presentan síntomas de ansiedad como palpitaciones, taquicardia, sudoración, dificultad para respirar e incluso insomnio y opresión torácica. ¿De qué manera podemos evitar el desarrollo de esta fobia en las próximas generaciones?
Es vital, antes que cualquier otra cosa, dejar de relacionar estereotipos como el edadismo o discriminación por la edad. Inculcar en nuestros niños prácticas de autocuidado como la actividad física, la atención médica, la autoestima y regulación de emociones, una buena alimentación y el fomento de relaciones sociales.
Sobre todo, hacer hincapié en el hecho de que se puede envejecer de manera sana y exitosa, con independencia física y emocional.
El ciclo vital se compone de cuatro etapas: infancia, juventud, adultez y vejez. Disfrutemos todas ellas con sus ventajas y desventajas; ninguna es mejor ni peor. Entendamos y expliquemos a los niños que la vejez es un privilegio y no la llegada a una ausencia de ilusiones. Es una edad donde se mezcla la experiencia con el conocimiento y por eso es razón de orgullo y satisfacción.
Es primordial, dejar de creer que todo lo que está en las redes sociales es perfecto y, sobre todo, real. Que cada uno de nosotros vamos a nuestro paso sin competir y que debemos ser capaces de valorar nuestros propios esfuerzos sin compararnos con alguien más.