Aunque la inteligencia artificial (IA) no tiene conciencia ni responsabilidad legal, su uso indebido por parte de personas o empresas puede derivar en la comisión de delitos. La tecnología en sí no comete crímenes, pero sí puede ser utilizada como herramienta para realizarlos o facilitar su ejecución.
Entre los delitos más comunes asociados con la inteligencia artificial se encuentran:
1. Suplantación de identidad y fraudes
Mediante el uso de deepfakes videos o audios falsos generados con IA, los delincuentes pueden imitar rostros o voces para estafar, extorsionar o engañar a personas y empresas. También se han registrado casos en los que la IA crea mensajes o llamadas falsas para robar datos personales o bancarios.
2. Desinformación y manipulación
La IA puede generar noticias falsas, imágenes o textos engañosos que se difunden en redes sociales con fines políticos, económicos o ideológicos, afectando la opinión pública y la reputación de personas o instituciones.
3. Ciberataques automatizados
Algunos programas impulsados por IA pueden detectar vulnerabilidades en sistemas informáticos y lanzar ataques de manera más rápida y precisa que los humanos, facilitando robos de información o sabotajes digitales.
4. Violación de derechos de autor
Los modelos de IA que crean música, imágenes o textos pueden utilizar material protegido sin permiso, lo que plantea conflictos legales sobre propiedad intelectual.
5. Discriminación y uso indebido de datos
Cuando los algoritmos son mal diseñados o utilizados sin control, pueden discriminar a grupos sociales o manejar información personal sin consentimiento, violando leyes de privacidad y protección de datos.
En la mayoría de los países, los responsables legales de estos delitos no son las máquinas, sino las personas o entidades que las programan, entrenan o utilizan con fines ilícitos. Por ello, los expertos subrayan la importancia de establecer marcos legales y éticos que regulen el desarrollo y uso de la inteligencia artificial.
La IA puede ser una herramienta poderosa para el progreso, pero en manos equivocadas también puede convertirse en un riesgo para la seguridad y los derechos humanos.