Las alertas se prendieron en la Secretaría de la Defensa Nacional por una llamada telefónica. Era la esposa del coronel José Isidro Grimaldo, quien el 10 de diciembre pasado quería enterar al general Luis Crescencio Sandoval de una desgracia: su marido había sido sacado a la fuerza de su vehículo e introducido a otro con un destino incierto conducido por hombres armados.
Iba por carretera rumbo a Tamaulipas, donde se desempeña como comandante del 16 regimiento de caballería motorizado con sede en Nuevo Laredo, pero aún no ha regresado al cuartel. Hasta hoy, no hay certeza sobre si está vivo o muerto.
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El gobierno mexicano, reveló que quienes lo privaron de la libertad son miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación que liderados por un tal “CR”, jefe regional en Tapalpa, le tendieron una trampa al militar fingiendo un desperfecto mecánico para llevárselo. Una afrenta imposible de dejar pasar para las tropas mexicanas.
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La Secretaría de la Defensa Nacional ha respondido con un golpe duro y quirúrgico al Cártel Jalisco imposibilitando, incluso, que se defendieran sacando su base social a las calles. El mensaje es, por fin, que si se meten con uno de los coroneles o generales, se meten con toda la tropa. Ojalá que desde hace años el mensaje del Ejército hubiera sido que si se meten con un mexicano, quien sea, se meten con todas las Fuerzas Armadas.